jueves, 6 de noviembre de 2014

06/11/2014. Servicio de Noticias de Avanzada Venezolana (AV). Por Kelder Toti. La Locura como Salida. Por Kelder Toti. La Foto de Hoy. La Caricatura del Día.

06/11/2014. Servicio de Noticias de Avanzada Venezolana (AV). 
Por Kelder Toti. 
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Las Columnas de Opinión:

La Locura como Salida:


                                       Por Kelder Toti.



La Antipsiquiatría es un concepto acuñado originalmente por David Cooper y que se usa para designar a diferentes enfoques y doctrinas políticosociales en el área de la salud mental que tienen en común ser detractoras de la psiquiatría. El amplio espectro de enfoques que hoy engloba va desde la crítica en diferentes grados y dirigida a aspectos específicos, hasta el abierto y completo rechazo del modelo, la teoría y la práctica psiquiátrica convencional. La crítica apunta a la psiquiatría como ciencia, como área de la medicina y como sistema asistencial para las personas que sufren dolencias mentales.

De todas las especialidades de la medicina, la psiquiatría es la única que ha concitado la formación de un movimiento crítico muy estable. Por tener ya casi dos siglos de historia y reunir a autores de diversas disciplinas (medicina, psicología, pedagogía, antropología, sociología y hasta el psicoanálisis), la antipsiquiatría tiene un carácter de movimiento contracultural.

Principales críticas a la psiquiatría

Básicamente se cuestiona que la psiquiatría use herramientas y conceptos médicos inadecuados, «medicalizando» problemas que son de índole social; que trate a los pacientes contra su voluntad, siendo demasiado dominante en comparación con otros enfoques; que esté comprometida por nexos económicos con las compañías farmacéuticas; y que utilice sistemas categoriales de diagnóstico que estigmatizan a las personas, entre ellos el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), o la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). Estas estigmatizaciones diagnósticas son rechazadas no solo por muchos «pacientes», que las ven lesivas para la propia estima e identidad, sino también por profesionales del área de la salud mental, aunque no todos ellos adhieran necesariamente a la antipsiquiatría.

El enfoque cuestiona fuertemente los términos de «enfermedad mental», «trastornos psicológicos» o «esquizofrenia», debido a que, según se plantea, catalogan y encasillan a las personas en el diagnóstico que se les otorgó y, en consecuencia, los diagnosticados tenderían a comportarse de acuerdo a esa descripción.

Para la psiquiatría, muchas enfermedades mentales, como la esquizofrenia son incurables y solo se pueden controlar, aliviando algunos de sus síntomas, mediante la administración de medicamentos. Por lo contrario, la antipsiquiatría critica radicalmente el concepto de «enfermedad mental» y sí pretende una «sanación» (en el sentido de una liberación de los síntomas y manifestaciones que bajo este concepto describe la semiología psiquátrica) y para ello propone alternativamente una forma de terapia radical, de carácter psicosocial.

Psiquiatría, antipsiquiatría y psicología

Mientras que la psiquiatría es una especialidad médica que en la actualidad se estudia e imparte en todas las facultades de medicina del mundo, la antisiquiatría se sitúa en el ámbito de los movimientos y enfoques psicosociales y sociopolíticos de salud mental. No se trata de una disciplina que utilice el método científico, al menos no de una forma completa y ortodoxa. Las publicaciones de la antipsiquiatría no encuentran mayor eco en los medios aceptados por la instituciones académicas y universitarias de investigación científica dedicadas al tratamiento de los trastornos mentales, pero habitualmente sí tienen una recepción académica relativamente amplia en el ámbito de las ciencias sociales.

Una de las formas de este movimiento es la que propone e impulsa una psiquiatría de otro tipo, aquella que se encuentra en línea con el modelo del trauma de los trastornos mentales. En tal caso la tendencia antipsiquiátrica se enmarca en el concepto más amplio de psiquiatría social. Muchos «antipsiquiatras», especialmente quienes tienen formación en medicina y psiquiatría, prefieren distanciarse del término «antipsiquiatría», por las asociaciones peyorativas que a veces conlleva.

Otras alternativas a la práctica psiquiátrica actual pueden sustentarse en la psicología, la cual permite comprender la psicopatología desde otro punto de vista totalmente independiente al modelo médico de la psiquiatría.

Orígenes de la antipsiquiatría

Voces de oposición a la psiquiatría han existido desde sus orígenes, mientras se establecía a como especialidad médica. Emil Kraepelin introdujo nuevas categorías médicas de enfermedad mental, que finalmente se aceptaron en la profesión a pesar de basarse más bien en la observación de la conducta que en la patología o la etiología. Las primeras controversias giraron alrededor de los derechos de los llamados locos en los hospitales psiquiátricos.
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Las primeras tendencias enfocadas hacia la humanización de la psiquiatría y que suelen citarse como antecedentes de la ideología antipsiquiátrica se remontan al siglo XVIII y los autores relevantes son Philippe Pinel, en Francia y Vincenzo Chiarugi, en Italia. Ellos sentaron las bases de lo que en el siglo XIX se denominaría «tratamiento moral», tendencia que vio sus principales impulsores en Inglaterra en William Tuke (1732 – 1822) y John Conolly (1794 – 1866) y en EE.UU., Dorothea Aix.

En los años 1930 se introdujeron varias prácticas médicas controvertidas, incluyendo la inducción artificial de convulsiones, por medio de electroshock, insulina y otras drogas, o la sección quirúrgica de porciones del cerebro (lobotomía cerebral o leucotomía). Ambos procedimientos se usaron ampliamente en psiquiatría, pero hubo mucha oposición basada en cuestionamientos morales, efectos nocivos o mala aplicación técnica.

En la década de los cincuenta se diseñaron en laboratorios nuevas drogas, especialmente el antipsicótico clorpromazina, las que gradualmente suplantaron a los tratamientos más controvertidos. Aunque inicialmente se aceptaron como un avance, pronto hubo también oposición, debido a los efectos adversos observados tales como la disquinesia tardía. Los pacientes comúnmente se oponían al tratamiento, rechazando la medicación psicofarmacológica, o, sin declararlo, simplemente no tomaban las drogas cuando no estaban directamente supervisados por el control psiquiátrico.

El término «antipsiquiatría», sin embargo, debutó recién a fines de los años 1960 y fue usado por vez primera por David Cooper en 1967, quien definió un movimiento que desafiaba abiertamente las teorías y prácticas fundamentales de la psiquiatría convencional. Este médico inglés y principal teórico de los inicios del movimiento en Gran Bretaña publicó en 1967 la obra Psiquiatría y antipsiquiatría que define el término. Fuertemente influenciado por el marxismo, Cooper plantea que la psiquiatría no es más que un instrumento del capitalismo, que tiene por objetivo reprimir a los rebeldes, a quienes no sucumben al conformismo burgués. Después de publicar una crítica a la familia con su escrito de 1971 (Muerte de la familia) se dedicó de lleno al estudio de la esquizofrenia e hizo también algunos aportes teóricos con su análisis de la gramática del discurso psicótico. Cooper mantuvo además una postura crítica frente al psicoanálisis institucional.

Otro destacado autor de esa misma década, revolucionario de las prácticas médicas y psicoterapéuticas y radical crítico de los conceptos de la psiquiatría convencional, fue el psiquiatra Ronald D. Laing, quien, sin embargo, jamás se llamó a sí mismo «antipsiquiatra» y mantenía diferencias importantes con la postura de Cooper, principalmente en la dimensión política de sus propuesta.

También hubo considerable oposición a la institución de los hospitales psiquiátricos, y se hicieron intentos de regresar a la gente a la comunidad y ofrecerles en cambio una red de instituciones comunitarias de apoyo. Este enfoque postulaba poner en el centro de todo el respeto de los derechos de los pacientes psiquiátricos, quienes debían ser vistos en primer término como personas y no únicamente como portadores de una mente enferma. El principal exponente y líder de este movimiento es el psiquiatra italiano Franco Basaglia.

El punto básico del enfoque antipsiquiátrico es el cuestionamiento de los diagnósticos y de las evaluaciones realizadas por los médicos y psiquiatras. Se plantea que el establecer un diagnóstico psiquiátrico implica etiquetar no solo un comportamiento determinado, sino a la persona en su conjuto, asignándole en la sociedad el papel de la etiqueta, por lo que todos quienes la rodean se comportan de acuerdo al papel que el médico le asignó. Por este motivo, la antipsiquiatría rechaza la postura del modelo médico y las teorías psiquiátricas enfocadas hacia las enfermedades mentales, ya que estas verían a la persona como una mente enferma antes de verla como persona. Laing y Cooper señalan que su principal interés es intervenir con la persona diagnosticada como esquizofrénica mediante un tratamiento particular llamado psicoterapia radical y enfatizan que las causas del estado mental se encuentran principalmente en las condiciones de la estructura de los vínculos familiares. En este contexto se postuló que la esquizofrenia podía entenderse como una lesión en el yo interno infligida por padres demasiado intrusivos psicológicamente ("esquizógenos").

El psiquiatra Thomas Szasz aseveró que la enfermedad mental es una combinación incoherente de conceptos médicos y psicológicos, aunque popular debido a que legitima el uso de fuerza psiquiátrica para controlar y limitar el desvío de las normas sociales. Los adherentes a esta perspectiva hablaron del "mito de la enfermedad mental" a causa del controvertido libro de Szasz con ese título, por lo tanto proponía, una diferencia entre la enfermedad mental y la física. La enfermedad dice Sasz pertenece al cuerpo y no a la mente, como si la mente fuera una esencia inviolable y esta separada del cuerpo y de sus enfermedades, no pertenece a la enfermedad física, sino que está en el área de los fenómenos existenciales de la persona y que no deberían atenderse con medicamentos, sino ayudarle a hacer una autoexploración de sus conductas y de sus situación existencial para lograr un equilibrio físico y mental.

La enfermedad no es un mito, pertenece a lo físico y el estado mental de la persona se relaciona con su propia existencia. (A pesar de que el movimiento originalmente descrito como antipsiquiatría llegó a estar asociado con el movimiento de la contracultura de los años sesenta, Szasz nunca estuvo involucrado en ese movimiento.) Michel Foucault, Erving Goffman y otros criticaron el poder y el rol de la psiquiatría en la sociedad, incluyendo el uso de la "institución total", el "etiquetamiento" y la estigmatización, Goffman pública un hecho real en el libro titulado internados, el cual trata de un grupo de psicólogos que estudian el DSM, posteriormente ensayan y actúan los "trastornos mentales" del Manual. Se hacen pasar por esquizofrénicos en un hospital psiquiátrico y los psiquiatras los aceptan como pacientes ya que muestran toda la sintomatología que viene en el DSM. El objetivo de estos psicólogos fue observar como eran los internados, como trataban a los "enfermos" y ver la dinámica que llevaban los psiquiatras ahí dentro. También cabe destacar a Iván Illich en la crítica general a toda la insititución médica - siguiendo con esta idea de "etiquetamiento" - y a Giorgio Antonucci, por su valiosa e incansable actividad orientada a la liberación de las personas a las que las instituciones psiquiátricas habían privado de su libertad.

La novela "Alguien voló sobre el nido del Cuco" se convirtió en un best seller, razonando en la preocupación pública sobre los procedimientos de medicación forzada, la lobotomía y el electroshock usados para controlar a los pacientes.

Los abusos psiquiátricos cometidos en la Unión Soviética también condujeron al cuestionamiento de la validez de la práctica psiquiátrica en Occidente. En particular, el diagnóstico de esquizofrenia de muchos disidentes políticos hizo que algunos cuestionaran el diagnóstico en general y el uso punitivo de la palabra esquizofrenia.

El movimiento antipsiquiátrico también fue propulsado por individuos con experiencia adversa en el cuidado psiquiátrico. Esto incluía a quienes sintieron que habían sido dañados por la psiquiatría o que creyeron que podrían haber sido ayudados por otro tipo de enfoques. En los años setenta el movimiento antipsiquiátrico estuvo involucrado en restringir muchas prácticas vistas como maltrato psiquiátrico. El movimiento de derechos gay increpó la clasificación de la homosexualidad como una enfermedad mental, y en un clima de controversia y activismo, en 1973/1974 la Asociación Psiquiátrica Americana decidió por una ligera mayoría (58%) eliminar la condición como categoría de enfermedad. Asimismo, hubo acciones legales de activistas que se fusionaron con el movimiento, como la lucha por los derechos humanos y las personas con discapacidades. Ambos añadieron su impronta a la teoría y acción antipsiquiátrica.

También hubo oposición al incremento de nexos entre la psiquiatría y las corporaciones farmacéuticas, las cuales se volvían cada vez más poderosas y, según se decía, tenían una influencia no justificada y solapada sobre la investigación y prácticas psiquiátricas. A su vez, se cuestionó la clasificación y el alegado mal uso de los diagnósticos psiquiátricos en manuales, en particular el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que publica la Asociación Psiquiátrica Americana.

La antipsiquiatría cuestionó el pesimismo psiquiátrico sobre los catalogados de enfermos mentales. Los pacientes de salud mental demandaban que podían curarse completamente y anhelaban empoderamiento en la propia vida. Se idearon esquemas para combatir el estigma y la discriminación; para ayudar a la gente con problemas mentales a actuar en la sociedad y a involucrarse en servicios de pacientes de salud mental. No obstante, aquellos que activa y abiertamente discutieron la práctica tradicional de la psiquiatría permanecieron marginados en la psiquiatría, y en un menor grado dentro de la más amplia comunidad de salud mental.

Políticamente la antipsiquiatría está asociada a ideas políticas fundamentadas en el humanismo secular o religioso, y en el civilismo libertario, indistintamente si se es de izquierda o de derecha.

Sigmund Freud

Su interés científico inicial como investigador se centró en el campo de la neurología, derivando progresivamente sus investigaciones hacia la vertiente psicológica de las afecciones mentales, de la que daría cuenta en su práctica privada. Estudió en París con el neurólogo francés Jean-Martin Charcot las aplicaciones de la hipnosis en el tratamiento de la histeria. De vuelta en Viena y en colaboración con Joseph Breuer desarrolló el método catártico. Paulatinamente, reemplazó tanto la sugestión hipnótica como el método catártico por la asociación libre y la interpretación de los sueños. De igual modo, la búsqueda inicial centrada en la rememoración de los traumas psicógenos como productores de síntomas, fue abriendo paso al desarrollo de una teoría etiológica de las neurosis más diferenciada. Todo esto se convirtió en el punto de partida del psicoanálisis, al que se dedicó ininterrumpidamente el resto de su vida.

Freud postuló la existencia de una sexualidad infantil perversa polimorfa, tesis que causó una intensa polémica en la sociedad puritana de la Viena de principios del siglo XX y por la cual fue acusado de pansexualista. A pesar de la hostilidad que tuvieron que afrontar sus revolucionarias teorías e hipótesis, Freud acabaría por convertirse en una de las figuras más influyentes del siglo XX. Sus teorías, sin embargo, siguen siendo discutidas y criticadas, cuando no simplemente rechazadas. Muchos limitan su aporte al campo del pensamiento y de la cultura en general, existiendo un amplio debate acerca de si el psicoanálisis pertenece o no al ámbito de la ciencia.

La división de opiniones que la figura de Freud suscita podría resumirse del siguiente modo: por un lado, sus seguidores le consideran un gran científico en el campo de la medicina, que descubrió gran parte del funcionamiento psíquico humano; y por otro, sus críticos lo ven como un filósofo que replanteó la naturaleza humana y ayudó a derribar tabúes, pero cuyas teorías, como ciencia, fallan en un examen riguroso.

El 28 de agosto de 1930 Freud fue galardonado con el Premio Goethe de la ciudad de Fráncfort del Meno en honor de su actividad creativa. También en honor de Freud, al que frecuentemente se le denomina el padre del psicoanálisis, se dio la denominación «Freud» a un pequeño cráter de impacto lunar que se encuentra en una meseta dentro de Oceanus Procellarum, en la parte noroeste del lado visible de la luna.

En 1881 se graduó como médico. Freud trabajó bajo la dirección de Theodor Meynert en el Hospital General de Viena entre los años 1883 y 1885. Como investigador médico, Freud fue un pionero al proponer el uso terapéutico de la cocaína como estimulante y analgésico. Entre 1884 y 1887 escribió muchos artículos sobre las propiedades de dicha droga. En base a las experimentaciones que él mismo realizaba en el laboratorio de neuroanatomía del notable patólogo austríaco y especialista en histología Salomon Stricker, logró demostrar las propiedades de la cocaína como anestésico local.

En 1884 Freud publicó su trabajo Über Coca (Sobre la coca), al que sucedieron varios artículos más sobre el tema. Aplicando los resultados de Freud, pero sin citarlo, Carl Koller utilizó con gran éxito la cocaína en cirugía e intervenciones oftalmológicas publicando al respecto y obteniendo por ello un gran reconocimiento científico.10 Se ha podido determinar - tras la publicación de las cartas a su entonces prometida y luego esposa, Martha Bernays11 - que Freud hizo un intento frustrado de curar con cocaína a su amigo Ernst von Fleischl-Marxow, quien era adicto a la morfina, pero el tratamiento sólo agregó una nueva adicción y finalmente falleció. Se le critica a Freud no haber admitido públicamente este fracaso, así como el hecho de que su biógrafo y amigo Ernest Jones tampoco lo haya reportado. Es también conocido que el propio Freud consumió cocaína por algún período de su vida, según se puede leer en la versión completa de su correspondencia con Wilhelm Fliess.

En 1886, Freud se casó con Martha Bernays y abrió una clínica privada especializada en desórdenes nerviosos. Comenzó su práctica para tratar la histeria y la neurosis utilizando la hipnosis y el método catártico que su colaborador Josef Breuer había aplicado con Bertha Pappenheim (Anna O.) obteniendo resultados que en aquel momento parecían sorprendentes, para posteriormente abandonar ambas técnicas en favor de la asociación libre, desarrollada por él entre los años 1895 y 1900, impulsado por las experiencias con sus pacientes histéricas. Freud notó que podía aliviar sus síntomas animándolas a que verbalizaran sin censura cualquier ocurrencia que pasara por su mente.

En 1899 se publicó la que es considerada como su obra más importante e influyente, La Interpretación de los Sueños, inaugurando una nueva disciplina y modo de entender al hombre, el psicoanálisis. Tras algunos años de aislamiento personal y profesional debido a la incomprensión e indignación que en general sus teorías e ideas provocaron, comenzó a formarse un grupo de adeptos en torno a él, el germen del futuro movimiento psicoanalítico. Sus ideas empezaron a interesar cada vez más al gran público y se fueron divulgando pese a la gran resistencia que suscitaban.

Freud innovó en dos campos. Desarrolló simultáneamente por un lado, una teoría de la mente y de la conducta humana, y por otro, una técnica terapéutica para ayudar a personas con afecciones psíquicas. Algunos de sus seguidores afirman estar influidos por uno, pero no por otro campo.

Probablemente, la contribución más significativa que Freud ha hecho al pensamiento moderno es la de intentar darle al concepto de lo inconsciente (que tomó de Eduard von Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche) un estatus científico (no compartido por varias ramas de la ciencia y la psicología). Sus conceptos de inconsciente, deseo inconsciente y represión fueron revolucionarios; proponen una mente dividida en capas o niveles, dominada en cierta medida por una voluntad primitiva más allá de la esfera consciente y que se manifiesta en producciones tales como chistes, lapsus, actos fallidos, sueños y síntomas.

En su obra más conocida, La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), Freud explica el argumento para postular el nuevo modelo del inconsciente y desarrolla un método para conseguir el acceso al mismo, tomando elementos de sus experiencias previas. Como parte de su teoría, Freud postula también la existencia de un preconsciente, que describe como la capa entre el consciente y el inconsciente (el término subconsciente es utilizado popularmente, pero no forma parte de la terminología psicoanalítica).

La represión, por su parte, tiene gran importancia en el conocimiento de lo inconsciente. De acuerdo con Freud, las personas experimentan a menudo pensamientos y sentimientos que son tan dolorosos que no pueden soportarlos. Freud se refiere a esta idea a lo largo de toda su obra, principalmente en sus Trabajos sobre metapsicología. Estos pensamientos y sentimientos (al igual que los recuerdos asociados a ellos) no pueden, según sostuvo, ser expulsados de la mente, pero sí pueden ser expulsados del consciente para formar parte del inconsciente, manteniendo lo reprimido su efectividad psíquica y retornando en forma de alguna de sus producciones.

Aunque a lo largo de su carrera Freud intentó encontrar patrones de represión entre sus pacientes que derivasen en un modelo general para la mente, observó que sus distintos pacientes reprimían hechos diferentes. Advirtió, además, que el proceso de la represión es en sí mismo un acto no consciente (es decir, no ocurriría a través de la intención de los pensamientos o sentimientos conscientes).

Freud buscó una explicación a la forma de operar de la mente. Propuso una estructura de la misma dividida en tres partes: el Ello, el Yo y el Superyó:

El Ello representa las pulsiones o impulsos primigenios y constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento humano. Contiene nuestros deseos de gratificación más primitivos.

El Superyó, la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos.

El Yo permanece entre ambos, y actúa mediando entre nuestras necesidades primitivas y nuestras creencias éticas y morales. No es sinónimo de la consciencia (existen partes del Yo que son inconscientes). Un Yo saludable proporciona la habilidad para adaptarse a la realidad e interactuar con el mundo exterior de una manera que represente el mejor compromiso entre los deseos y mociones pulsionales del Ello y las demandas restrictivas o punitivas provenientes del Superyó.

Freud estaba especialmente interesado en la dinámica de estas tres partes de la mente. Argumentó que esa relación está influenciada por factores o energías innatos, que llamó pulsiones. Describió dos pulsiones antagónicas:

Eros o pulsión de vida, una pulsión sexual tendente a la preservación de la vida.

Tánatos o pulsión de muerte. Esta última representa una moción agresiva, aunque a veces se resuelve en una pulsión que nos induce a volver a un estado de calma, Principio de nirvana o no existencia, que basó en sus estudios sobre protozoos (Más allá del principio de placer).

Freud también sostuvo que la libido madura en los individuos por medio del cambio de su objeto. Argumentó que la sexualidad infantil es "polimórficamente perversa", en el sentido de que una gran variedad de objetos pueden ser una fuente de placer. Conforme las personas van desarrollándose, van fijándose sobre diferentes objetos específicos en distintas fases:

Fase oral, ejemplificada por el placer de los bebés en la lactancia.

Fase anal, ejemplificada por el placer de los niños al controlar sus esfínteres.

Fase fálica. Propuso entonces que llega un momento en que los niños pasan a una fase donde se fijan en el progenitor de sexo opuesto (complejo de Edipo) y desarrolló un modelo que explica la forma en que encaja este patrón en el desarrollo de la dinámica de la mente. Cada fase es una progresión hacia la madurez sexual, caracterizada por un fuerte Yo y la habilidad para retardar la necesidad de gratificaciones.

Período de latencia, período en que se desarrollan fuerzas psíquicas que inhiben el impulso sexual y reducen su dirección.

Fase genital, surge en la adolescencia cuando maduran los órganos genitales. Hay un surgimiento de los deseos sexuales y agresivos.

El modelo psicosexual que desarrolló ha sido criticado desde diferentes frentes. Algunos han atacado la afirmación de Freud sobre la existencia de una sexualidad infantil (e implícitamente la expansión que hizo en la noción de sexualidad). Otros autores, en cambio, consideran que Freud no amplió los conocimientos sobre sexualidad (que tenían antecedentes en la psiquiatría y la filosofía de autores como Schopenhauer); sino que Freud "neurotizó" la sexualidad al relacionarla con conceptos como incesto, perversión y trastornos mentales. Ciencias como la antropología y la sociología argumentan que el patrón de desarrollo propuesto por Freud no es universal ni necesario en el desarrollo de la salud mental, calificándolo de etnocéntrico por omitir determinantes socio-culturales.

Freud esperaba probar que su modelo, basado en observaciones de la clase media austríaca, fuese universalmente válido. Utilizó la mitología griega y la etnografía contemporánea como modelos comparativos. Acudió al Edipo Rey de Sófocles para indicar que el ser humano desea el incesto de forma natural y cómo es reprimido ese deseo. El complejo de Edipo fue descrito como una fase del desarrollo psicosexual y de madurez. También se fijó en los estudios antropológicos sobre totemismo, argumentando que reflejan una costumbre ritualizada del complejo de Edipo (Tótem y tabú). Incorporó también en su teoría conceptos de la religión católica y judía; así como principios de la sociedad victoriana sobre represión, sexualidad y moral; y otros de la biología y la hidráulica.

Esperaba que su investigación proporcionara una sólida base científica para su método terapéutico. El objetivo de la terapia freudiana o psicoanálisis es, relacionando conceptos de la mente cartesiana y de la hidráulica, mover los pensamientos y sentimientos reprimidos (explicados como una forma de energía) hacia el consciente. Al inicio de sus trabajos con Breuer, Freud pensaba que esto podía realizarse a través de la catarsis y que ello conllevaría automáticamente la cura. Al poco tiempo, sin embargo, Freud abandona ambas ideas en beneficio del método de la asociación libre y de la interpretación de los sueños. Deja con ello atrás también la hipnosis y toda forma de técnica sugestiva, con lo que inaugura la técnica psicoanalítica propiamente dicha, a la que se agrega otro elemento central: a través de la relativamente poca intervención del psicoanalista, que adopta una postura neutral y abstinente, el paciente puede proyectar sus pensamientos y sentimientos sobre él. A través de este proceso, llamado transferencia, el paciente puede reconstruir y resolver conflictos reprimidos (causantes de su enfermedad), especialmente conflictos de la infancia con sus padres.

Es menos conocido el interés inicial de Freud por la neurología. En los comienzos de su carrera había investigado la parálisis cerebral. Publicó numerosos artículos médicos en este campo. También mostró que la enfermedad existía mucho antes de que otros investigadores de su tiempo tuvieran noticia de ella y la estudiaran. También sugirió que era erróneo que esta enfermedad, que había descrito William Little (cirujano ortopédico británico), tuviera como causa una falta de oxígeno durante el nacimiento. En cambio, dijo que las complicaciones en el parto eran sólo un síntoma del problema. No fue hasta la década de 1980 cuando sus especulaciones fueron confirmadas por investigadores más modernos.

Psicoanálisis:

Las hipótesis y métodos introducidos por Freud fueron polémicos durante su vida y lo siguen siendo en la actualidad, pero pocos discuten su enorme impacto en la psicología y la psiquiatría.

Freud desarrolló la llamada "cura del habla" que posibilitaría la mitigación y desaparición de los síntomas histéricos y neuróticos a través de un monólogo sin censura con el analista. Este, ubicado fuera de la vista del analizado, atendería con atención flotante y respetaría la reglas de la neutralidad y abstinencia, es decir, evitando juicios morales o de valor y no entregando satisfacciones sustitutas al analizado.

En momentos clave del trabajo asociativo, el analista haría intervenciones para interpretar el material expuesto. En la descripción inicial de la técnica, este proceso no tendría más finalidad que rememorar (hacer conscientes) ideas o recuerdos de eventos que, por ser dolorosos, humillantes o simplemente intolerables para el sujeto, fueron reprimidos en el inconsciente. Trayendo todo este material reprimido a la conciencia se le haría perder su poder patógeno y los síntomas desaparecerían. Este proceso, sobre el papel sencillo, supone un esfuerzo intenso para el analizado, ya que, las mismas fuerzas que otrora posibilitaron la represión hacia el inconsciente de las ideas y recuerdos traumáticos, se opondrían virulentamente a que sean traídos a la conciencia, es decir, a ser recordados. Estas fuerzas que se oponen al avance de la terapia y mejoramiento del analizado son denominadas resistencias.

En una época posterior de su trabajo, Freud descubriría que no basta con simplemente «hacer consciente lo inconsciente». En los Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis (1914), particularmente en el trabajo Recordar, repetir y reelaborar, introduce el concepto de reelaboración (durcharbeiten) de las resistencias, como otra pieza central del trabajo analítico «...que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo».

Los desarrollos teóricos tras la publicación de Más allá del principio del placer en 1920 tendrán nuevas implicaciones para la técnica terapéutica analítica. En esta obra, Freud realiza una redefinición de su primera teoría de las pulsiones e introduce ahora la pulsión de muerte. La inercia del síntoma en la cura analítica queda explicada a partir de allí a través de la compulsión de repetición movilizada por la pulsión de muerte.

Finalmente, Freud retoma el tema de la técnica en 1937 en los textos Análisis terminable e interminable (1937) y Construcciones en el análisis (1937) ambos trabajos de tono menos entusiasta (según apunta James Strachey en el prólogo32 ) en los que Freud describe de manera más realista los alcances y limitaciones de la técnica por él desarrollada.

Críticas:

Desde el punto de vista de la medicina, la teoría y práctica freudiana han sido sustituidas por los descubrimientos empíricos a lo largo de los años. La psiquiatría y la psicología como ciencias rechazan hoy la mayor parte del trabajo de Freud. Sin embargo, muchas personas continúan aprendiendo y practicando el psicoanálisis freudiano tradicional. En el ámbito del psicoanálisis moderno, la palabra de Freud sigue ocupando un lugar determinante, aunque sus teorías aparecen reinterpretadas por autores como Sándor Ferenczi, Jacques Lacan, Melanie Klein y Wilfred Bion. Sigmund Freud y sus teorías han recibido gran cantidad de críticas por parte de diversos autores, además del rechazo por movimientos feministas por explicar a la mujer como un hombre sin falo y su concepto de envidia del pene.


La Foto de Hoy:


Abuelo de regreso a la infancia a lomos de un caballo de juguete

La Caricatura del Día:





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