martes, 10 de junio de 2014

10/06/2014. Servicio de Noticias de Avanzada Venezolana (AV). Por Kelder Toti. Mancheta. Las Columnas Internacionales. La Esencia de la Democracia. Por Kelder Toti. Universidad de Estudios Políticos: Dr Rojas Contreras.

10/06/2014. Servicio de Noticias de Avanzada Venezolana (AV).
Por Kelder Toti.
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Mancheta: Arias descubrió el agua tibia.

La Opep quiere mantener el precio del barril de crudo en USD 100: Una mitad de los 12 ministros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) ha expresado su satisfacción con el precio del barril, que oscila alrededor de los cien dólares, a su llegada a Viena para una reunión el miércoles del cártel. Es factible por la escasez de refinados y el aumento de combustible por el auge económico, esto debe durar 4 años a lo sumo.

Andrés Izarra: "Todos los Hoteles Venetur pasarán a ser Hoteles Escuelas". Es una buena idea aunque la inversión en la industria hotelera es mínima y la venida de turista es muy baja para justificarla por la inseguridad, la guerra civil y la hiperinflación.

MUD al Gobierno: "El tamaño de la crisis que vive Venezuela solo se resuelve con la unión nacional". Falso sólo con concesiones parciales por parte del gobierno se podrá resolver la crisis, de lo contrario la violencia se volverá endémica, que es lo que se avizora.


Rafael Quiroz: Pdvsa no debe seguir subsidiando a las misiones sociales. Esto es correcto se debe invertir en la industria petrolera y mejorar su rendimiento.


XIII Consejo Político del Alba-TCP debatirá sobre "injerencia" de EE UU en Venezuela. Mucho cacareo y poco resultados, dado lo nimio de los países del Alba.


Designado Rodolfo Marco Torres como director del Banco Central de Venezuela. Se busca mejorar el control del ente emisor cosa poco probable por la hiperinflación.


Luis Vicente León: "No puede haber avance en el diálogo sin ceder algunos elementos políticos clave". Esto es una verdad como una ventana.

Cencoex convoca a empresas químicas y de útiles escolares a Sicad I por USD 220 millones. Aquí se ve el desabastecimiento que viene en Octubre cuando comience el año escolar.


Fedenaga: un litro de leche costará Bs. 25 y un kilo de carne valdrá Bs. 35 a puerta de corral. Esto son los precios reales, los precios controlados de nada sirven sino se encuentra la leche y el queso nacional.


Oscar Schemel: "A nadie en el país le conviene que los planes de desestabilización prosperen". Por el contrario hay sectores de la oposición partidarios de la guerra civil como forma para salir de la crisis y del gobierno.


Canciller de Ecuador tratará en Venezuela diálogo entre Gobierno y oposición.  El canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, dijo hoy que mañana martes tratará con las autoridades de Venezuela sobre el fortalecimiento del diálogo entre el Gobierno y la oposición de ese país, suspendido desde el 13 de mayo.


Arias Cárdenas: "A partir del 12 de febrero hemos tenido una declaración de guerra". Mentira es cuando comienza la guerra de media intensidad, lo que existía antes era una guerra de baja intensidad con atentados terroristas.

Protesta mantiene cerrada la frontera colombo-venezolana en Táchira. Y seguirá así hasta quue no se resuelva el conflicto armado en Venezuela.



Canasta alimentaria subió en mayo y llegó a casi Bs 11.000, según reporte de Cendas.

84 pacientes con hemofilia severa no reciben tratamiento domiciliario.

Las Columnas Internacionales: 

Robert Michels: La Esencia de la Democracia.

                                                         Por Kelder Toti

Robert Michels (n. 9 de enero de 1876, en Colonia; m. 2 de mayo de 1936, en Roma) fue un sociólogo alemán, especializado en el comportamiento político de las élites intelectuales. Es mejor conocido por su libro Los partidos políticos, que contiene una descripción de su "ley de hierro de la oligarquía". Fue estudiante de Max Weber.


Nacido en Alemania en el seno de una rica familia de mercaderes. Doctor universitario. Su militancia socialista le impide ejercer el profesorado en Alemania, pero no en Italia, donde llegará a ser Doctor y Catedrático en la Universidad de Perugia.


En un primer momento, entra a formar parte del Partido Socialista Italiano (PSI), y lo representa en la II Internacional. Siguiendo una línea que parece habitual en la época, como militante en partidos y sindicatos. Así, entrará a formar parte del Partido Nacional Fascista italiano.


En lo científico, recibe influencias de los elitistas, de Max Weber, y claramente de Vilfredo Pareto. Escribirá obras sobre los sistemas políticos de partidos, y desarrolla su ley de hierro de la oligarquía.


Ley de hierro de la oligarquía.


Michels cuenta con una extensa obra como sociólogo. Estudia partidos, sindicatos y, ya en su época fascista, el nacionalismo. En su obra Los partidos políticos, formula la ley de hierro de la oligarquía, con la que afirmaba que "tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría", la idea básica es que toda organización se vuelve oligárquica.


Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la masa y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de ésta y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder, a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales.


Por eso, las organizaciones políticas pronto dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos, y se transforman en un fin en sí mismo (desplazamiento de objetivos).


Esta ley sociológica fue enunciada cuando los partidos aun no habían reforzado la dominación oligárquica del aparato dirigente sobre la militancia, mediante el sistema proporcional, inventado por un telegrafista inglés para hacer posible las elecciones en un continente tan despoblado como Australia, con una sola circunscripción donde concurrieran en listas de partido personas desconocidas para los votantes. 



El criterio proporcional, impuesto en la Constitución de esta Monarquía de Partidos, ha convertido la ley sociológica de Michels (referente a la estructura) en la ley jurídica que somete la voluntad de la militancia a la del aparato funcionarial (funcionamiento) que hace las listas del partido.


La Ley de hierro de la oligarquía se fundamenta en tres argumentos:


- En primer lugar, cuanto más grandes se hacen las organizaciones, más se burocratizan, ya que, por una parte, se especializan; y, por otra, deben tomar decisiones cada vez más complejas y de una forma más rápida. Aquellos individuos que conocen cómo tratar los temas complejos con los que se enfrenta la organización se van volviendo imprescindibles, formando la élite.


- En segundo lugar, se desarrolla una dicotomía entre eficiencia y democracia interna; de modo que para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo fuerte, en detrimento de una menor democracia interna.

- En tercer lugar, la propia psicología de las masas hace deseable el liderazgo, puesto que son apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; son agradecidas con el líder, y tienden al culto de la personalidad. Su única función sería, pues, la de escoger de vez en cuando a sus líderes.


El liderazgo anula la democracia, ya que ésta es entendida por Michels a la manera roussoneana, como gobierno del pueblo. El parlamentarismo ayuda a la oligarquización (especialización de faenas, comisiones..), hace que el líder sea imprescindible, es rutinario (el líder puede hacer uso de sus capacidades técnicas adquiridas). 



El parlamentarismo da más oportunidades al líder para automatizarse. La casta de los líderes (oligarquía) se cierra como una falange, pues se ayudan mutuamente para evitar la competencia de nuevos líderes surgidos de la masa(trust oligárquico).

Lo único que puede hacer la masa es sustituir un líder por otro. Por eso los líderes mantienen algún vínculo con la masa, incluso alianzas contra nuevos líderes. Los viejos líderes apelan a la disciplina, cosa que reduce la libertad de expresión de la masa.


La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía.  La democracia sería un mejor sistema para la selección de oligarquías que un sistema hereditario. En 1911 Michels aún habla de democracia como mal menor; después se decantará por las tesis fascistas.


En Los partidos políticos (1911) Michels expone lo que, ajuicio de Lipset, es "el argumento político más importante contra el concepto de Rousseau de la democracia popular directa" (Lipset, p. 13). Michels sostiene que el liderazgo y la democracia son incompatibles entre sí. Incluso en aquellas organizaciones políticas con orígenes e ideología democrática, el liderazgo inicial se transforma en el gobierno de una oligarquía. 



Se trata de un proceso histórico inevitable en el cual "los líderes demócratas e idealistas terminan sucumbiendo a la corrupción inherente al poder..." (Tannenbaum, p. 598). Específicamente, Michels rechaza la posibilidad de un liderazgo representativo. En la medida en que los líderes de la masa llegan a ser parte de la "élitc en el poder", sus propósitos y objetivos responden a su propia decisión dentro de los elementos privilegiados (Lipset, p. 160).

El autor expone las razones de carácter técnico y administrativo que hacen imposible el gobierno directo de los grandes grupos. Como la colectividad no puede intervenir en la resolución de todas las posibles controversias, las masas soberanas se vuelven incapaces de adoptar las resoluciones más necesarias: "la evolución democrática tiene un curso parabólico, con el avance de la organización, la democracia tiende a declinar, a medida que la influencia de los líderes aumenta" (Michels, p. 78). 



De allí que, por razones técnicas y administrativas, una organización fuerte necesite de un liderazgo profesional. El advenimiento de¡ liderazgo profesional señala así el principio del fin de la democracia y la imposibilidad de un sistema "representativo". Aunque en teoría los líderes están vinculados a la voluntad de las masas, en la práctica gozan de gran independencia. 

Las afirmaciones de Michels son tajantes: en las revoluciones democráticas "no son las masas las que han devorado a sus líderes sino los jefes son los que se han devorado entre sí con la ayuda de las masas" (Michels, 1979, p. 197); en una democracia "el único derecho que el pueblo se reserva es el privilegio ridículo de elegir periódicamente un grupo de amos" (Considerant citado por Michels, p. 83).

Con estos argumentos, Michels llega a aceptar la idea de que el mejor gobierno es el sistema ostentiblemente elitista bajo la dirección de un lider carismático, consideración que lo lleva a apoyar a Mussolini y a la derecha fascista (Lipset, p. 36). A diferencia de los grandes profetas políticos del siglo XIX, la intención de Robert Michels al escribir Los partidos políticos (1911) es razonablemente modesta:


“Este estudio no pretende ofrecer un sistema (político) nuevo. La finalidad principal de la ciencia no es crear sistemas, sino más bien promover su comprensión. Tampoco el propósito de la ciencia sociológica es descubrir ni redescubrir soluciones, pues no existen soluciones absolutas para muchos problemas de la vida de los individuos ni para los de la vida de los grupos sociales, y esas cuestiones deben permanecer abiertas. El propósito del sociólogo ha de ser, más bien, exponer de forma desapasionada las tendencias y fuerzas antagónicas, las razones y las refutaciones; exponer en resumidas cuentas, la trama y la urdimbre de la vida social. El diagnóstico preciso es el requisito indispensable de todo pronóstico posible”.


Y al final ambos, diagnóstico y pronóstico, no resultan alentadores:

“La democracia conduce a la oligarquía, y contiene necesariamente un núcleo oligárquico”.

Michels parte del estudio del funcionamiento de los partidos políticos. Al ser asociaciones voluntarias creadas para participar en la política, opina, parece que deberían mostrar una mayor inclinación hacia el comportamiento democrático que otras organizaciones. Y dentro de los partidos políticos se centra en la socialdemocracia alemana, y esto a su vez por dos motivos. Para empezar, porque es lo que mejor conoce: Michels no oculta sus simpatías hacia el socialismo, y ha sido sistemáticamente excluido de cargos académicos en las universidades alemanas por esta razón. 



La segunda razón por la que espera encontrar mayor comportamiento democrático entre los socialistas es algo más ingenua: “por su origen y programa representan la negación de cualquier tendencia (oligárquica) de ese tipo”. De este modo, argumenta Michels, si consigue probar la aparición de manifestaciones oligárquicas en los partidos socialistas podrá, razonablemente, extrapolarlas a cualquier otra organización. Desde luego lo consigue.

“La explicación del fenómeno oligárquico es en parte psicología; la oligarquía proviene de las transformaciones psíquicas que las personalidades directoras del partido experimentan en el curso de sus vidas; pero la oligarquía depende en mayor medida aún de lo que podríamos llamar psicología propia de la organización, es decir, de las necesidades tácticas y técnicas que resultan de la consolidación de todo conglomerado político disciplinado. 



Reducida a su expresión más concisa, la ley sociológica fundamental de los partidos políticos (...) puede ser formulada en los términos siguientes: “la organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice ‘organización’ dice ‘oligarquía’”.

Así pues hay dos tipos de razones que tuercen inevitablemente el rumbo de la democracia hacia la oligarquía, unas son psicológicas y otras organizativas. Empecemos por estas últimas: “La razón más abrumadora contra la soberanía de las masas (…) proviene de la imposibilidad mecánica y técnica de su realización. Las masas soberanas son incapaces de adoptar las resoluciones más necesarias (...) En una polémica contra Proudhon (1849) Louis Blanc preguntó si era posible que treinta y cuatro millones de seres humanos (la población de Francia en aquella época) resolviera sus problemas sin aceptar lo que hasta el último hombre de negocios encuentra necesario: la intervención de representantes”.


El problema se produce, pues, cuando la sociedad alcanza un tamaño tal que exige el paso de la democracia directa, en la que todos participan y toman decisiones, a la democracia representativa, en la que la dirección de los asuntos públicos debe ser delegada en unos cuantos representantes políticos. No es que Michels defienda el retorno a una democracia asamblearia, algo que, como Louis Blanc pone de manifiesto en el párrafo precedente, resulta ridículo. Pero es consciente de que en el paso de una a otra algo se rompe:


Victor Considerant se oponía con furia a la teoría de que la soberanía popular estuviera garantizada por el sistema representativo. Aún si aceptáramos en teoría que el gobierno parlamentario in abstracto constituyera realmente un gobierno de las masas, en la vida práctica esto no es más que un fraude continuo por parte de la clase dominante. Con un gobierno representativo, la diferencia entre la democracia y la monarquía, ambas enraizadas en el sistema representativo, es absolutamente insignificante: diferencia no sustancial sino formal. El pueblo elige, en lugar de un rey, diversos reyezuelos (...) El único derecho que el pueblo se reserva es el “privilegio ridículo” de elegir periódicamente un nuevo grupo de amos”.


No tan ridículo. La posibilidad de desalojar periódica e incruentamente del poder a ese grupo de amos no es trivial. Por otra parte, el depender de los votos para adquirir o mantener el poder hace que esos amos sean receptivos a los gustos de los votantes. Al menos al gobernado le queda la satisfacción de ver al gobernante actuar y hacerse el simpático periódicamente con el fin de ser elegido de nuevo (y quizá por eso el nombre de democracia 'representativa' es doblemente adecuado). Pero, además del tamaño, existen razones técnicas y de eficacia que motivan la aparición de la minoría dirigente: los asuntos de gobierno son complicados y requieren gente especializada que se haga cargo de ellos:


“La organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea un partido político, un gremio, o una asociación de cualquier tipo, la tendencia aristocrática se manifiesta. Como consecuencia de la organización todos los partidos o gremios llegan a dividirse en una minoría de directivos y una mayoría de dirigidos”.


En principio la tarea es asumida por los más activos, los más idealistas o los más zascandiles, y generalmente la mayoría los acepta con alivio, pues la libera así de penosas obligaciones. Pero poco a poco a poco se va abriendo una brecha entre estos pocos que dirigen y la masa de los dirigidos. Los dirigentes van adquiriendo conocimientos, habilidades y poder, y esto los va haciendo inatacables:


“En teoría el líder es meramente un empleado ligado por las instrucciones que recibe. Debe llevar a cabo las instrucciones de la masa, de la que no es más que el órgano ejecutivo. Pero en realidad, conforme la organización gana en poder, el control se convierte en algo puramente ficticio. Los miembros deben abandonar la idea de conducir o siquiera supervisar la organización, y están obligados a dejar esas tareas en manos de (...) funcionarios asalariados”.


Y aquí entra en juego el segundo tipo de causas que conducen a la oligarquía, las psicológicas. Y conviene hacer en éstas una subdivisión: por un lado las que afectan a la minoría dirigente, y por otro las que se refieren a la masa de gobernados. Empecemos por los dirigentes.


El anhelo de estar en un grupo selecto de elegidos, situados en una atalaya desde la que contemplar al resto desde arriba, parece estar firmemente enraizado en nuestra psicología. Alexis de Tocqueville observó que, incluso en la naciente democracia americana, en la que los ideales democráticos eran ampliamente compartidos, era difícil encontrar a gente que no se jactara de descender de los primeros colonos, como si eso los dotara de unas cualidades superiores al resto. Todos esperamos que el resto nos reconozca nuestros superiores méritos, aunque estos sean inexistentes, y la medida en que lo logramos es la fama. Por eso las personas que la han alcanzado despiertan veneración:


“La cualidad que impresiona por encima de todas las demás a las multitudes es el prestigio de la celebridad. Como nos enseña la psicología moderna, un factor notable en la influencia sugestiva ejercida por un hombre es la altura hasta donde ha logrado trepar por la senda que conduce al Parnaso de la celebridad”.


Esta reverencia supersticiosa hacia el dirigente, que en las monarquías se revelaba en la devoción cortesana, se mantiene en la democracia: los impulsos permanecen aunque muden las modas, y en la Europa del culto a la razón esta atracción por el líder “constituye una supervivencia atávica de psicologías primitivas”.


Michels pone como ejemplo el recibimiento que los renanos dispensaron al socialista Lasalle en 1864, tratándolo como a un dios. Y continúa:


“Del mismo modo que los cristianos daban y siguen dando a sus hijos los nombres de los fundadores de su religión, San Pedro y San Pablo, así también los padres socialistas de ciertos lugares de Europa central bautizan a sus hijos Lassallo y a sus hijas Marxina, como emblema de la nueva fe. A menudo los fanáticos tienen que pagar un precio alto por su devoción, en disputas con parientes enojados y con funcionarios recalcitrantes del Registro Civil”.


Obviamente Lasalle no fue ajeno a esta adulación, y llegó a prometer a su novia que algún día entraría a la capital alemana como presidente de la república en una carroza tirada por seis caballos blancos. Todos, pues, intentamos ascender al escenario donde se representa la historia: pasar desde las butacas de los espectadores a desempeñar los papeles protagonistas de los gobernantes. Y una vez allí, incluso los idealistas, aquellos que han accedido al poder guiados por sus convicciones, descubren que se está muy bien. Comienzan entonces a desencadenarse sutiles mecanismos psicológicos:


“Quien accede al cargo de delegado adquiere un derecho moral a ese cargo, y los delegados lo conservan a menos que sean desalojados de él por circunstancias extraordinarias o en cumplimiento de leyes (...) La costumbre se hace un derecho. Quien ha desempeñado durante cierto tiempo el cargo de delegado termina por considerar que ese cargo es propiedad suya. Si se le niega la reelección amenaza con represalias (...) que tenderán a sembrar confusión entre sus camaradas, y esa confusión continuará hasta que salga victorioso”.


Con frecuencia los dirigentes amagan con abandonar el cargo, o manifiestan de manera melindrosa su cansancio y su deseo de retirarse, pero no suelen ser más que movimientos estratégicos para reforzarse en él:


“Es lo mismo en todos los partidos políticos. Cuando encuentran un obstáculo los líderes se apresuran a ofrecer su renuncia. Declaran están cansados y hastiados del cargo, cuando en realidad su intención es mostrar a los disidentes el carácter indispensable de su propio liderazgo (…) Aunque estas actitudes tienen una buena apariencia democrática, difícilmente pueden ocultar el espíritu dictatorial de los que las adoptan”.


El deseo de mantener el cargo incluye el de perpetuarse en él a través de sus descendientes. Este problema, que los gobernantes tenían solucionado con la monarquía y las aristocracias de sangre, ha hecho que en la democracia se haya tenido que desarrollar una institución particular: el nepotismo [1]. Con ella la oligarquía consigue que los parientes accedan a los beneficios del poder e, incluso, transmitirlo a sus herederos:


“En Italia, aunque se rinde homenaje a los principios democráticos, no es raro que encontremos que al morir un representante, o cuando deja su cargo, los sufragios de los electores sean transferidos sin problema a su hijo o a su hermano menor, de modo que el cargo quede en familia”.


De modo que lo único que ha cambiado con la aparición de la democracia es la etiqueta social. Ahora hay que invocar continuamente el bien de las masas si uno quiere ascender en la política y acceder al selecto grupo de los que mandan:


“Hoy todos los factores de la vida pública hablan y luchan en nombre del pueblo, del total de la comunidad. El gobierno y los enemigos del gobierno, los reyes y los líderes de los partidos, los tiranos por la gracia de Dios y los usurpadores, los idealistas fanáticos y los egoístas mezquinos y calculadores, todos son ‘el pueblo’, y todos declaran que en sus actos procuran la mera satisfacción de la voluntad nacional”.


Antes el gobernante podía declarar tranquilamente que lo era por la gracia de Dios y disfrutar tranquilamente de los privilegios. Ahora el gobernante tiene que afirmar virtuosamente que gobierna en nombre y en interés del pueblo... y disfrutar a continuación tranquilamente de los privilegios. Este campo es el hábitat idóneo de una nueva especie: “El demagogo, ese fruto espontáneo del suelo democrático, desborda de sentimentalismo y se conmueve profundamente ante las penurias del pueblo”.


En resumen, también en la democracia el poder acaba en manos de una minoría que, en lugar de buscar lo mejor para la mayoría que dice representar, busca satisfacer sus propios intereses. Un partido socialista, por ejemplo, es de naturaleza revolucionaria. Pero sus líderes, que han alcanzado una posición confortable, tienden más bien a querer conservarla: se vuelven conservadores. Llegados a este punto las oligarquías de partidos que dicen defender causas rivales acaban desarrollando muchos intereses comunes: a todos ellos les interesa continuar en lo alto. En este sentido hablar de la “clase política”, según la terminología de Mosca, resulta pertinente.


Recordemos que Aristóteles clasificó los sistemas políticos en función de dos parámetros, el número de gobernantes (uno, pocos o muchos) y el interés perseguido por éstos (el de la sociedad o el propio). De acuerdo con esto distinguía los sistemas puros, en los que los gobernantes buscan el interés de la comunidad (monarquía, aristocracia y politeia) y los corruptos, en los que los gobernantes persiguen el interés propio (tiranía, oligarquía y democracia). La clasificación de Michels se simplifica notablemente: todos son oligarquías. En todos los sistemas políticos al final hay un pequeño grupo de gobernantes que vela por sus propios intereses.


A la formación de las oligarquías contribuye la propia condición de los gobernados. Hay que decir, para empezar, que Michels hace una clasificación entre oligarquía gobernante y masa gobernada. No menciona la posibilidad de que los gobernados constituyan algo diferente de una masa amorfa:

“El individuo desaparece en la multitud y con él desaparece su personalidad y sentido de la responsabilidad”. No se puede decir que Michels tenga una gran opinión de la masa:


“Una concepción realista de la condición mental de las masas muestra incuestionablemente que, aunque admitiéramos la posibilidad del avance moral de la humanidad, los materiales humanos de cuyo uso no pueden prescindir los políticos y filósofos en sus planes de reconstrucción social no justifican, por su naturaleza, un optimismo excesivo. Dentro de los límites temporales en que resulta posible formular previsiones humanas, el optimismo seguirá siendo privilegio exclusivo de los pensadores utópicos”.


El primer problema es que la masa es generalmente perezosa:

”No es exagerado afirmar que entre los ciudadanos con derechos políticos el número de los que realmente tiene interés en los asunto políticos es insignificante”. “Aunque ocasionalmente proteste la mayoría está en realidad encantada de que haya personas que se tomen la molestia de atender sus asuntos. En la masa, y aún en la masa organizada de los partidos laborales, existe una necesidad inmensa de dirección y guía”.


“Existe un derecho electoral pero no un deber electoral. Mientras este deber no se sobreponga al derecho parece probable que sólo una pequeña minoría seguirá haciendo uso del derecho al que ha renunciado voluntariamente la mayoría, y que la minoría dictará siempre las leyes para la masa indiferente y apática”.


Y además la masa es fácilmente manipulable:


“Es más fácil dominar a una gran multitud que a una audiencia pequeña. La adhesión de la multitud es tumultuosa, repentina e incondicional. Cuando las sugestiones han logrado su efecto, la multitud no tolera fácilmente la contradicción de una pequeña minoría, ni mucho menos la de individuos aislados“.


Sobre el devenir de las revoluciones Michels hace un pronóstico que se cumplirá milimétricamente en Rusia. Una revolución, según él, daría origen a ”una dictadura en las manos de aquellos líderes que tienen astucia bastante y poder suficiente para apoderarse del cetro del dominio en el nombre del socialismo”.


La revolución ”podrían conquistarla los socialistas, pero no el socialismo, que moriría en el momento en que sus adherentes triunfaran”. A medida que aumenta la burocracia partidaria, continúa Michels, “el mecanismo se transforma en un fin en sí mismo”. En efecto, en la revolución rusa el Partido, y no el proletariado (sea eso lo que sea) se convertirá en el fin último de la Revolución. Es verdad que se alegará incesantemente que el Partido no es más que el representante del pueblo, pero solo los dirigentes de aquél irán en Zil.


Bukharin leerá con interés, y cierta aprensión, a Michels, e intentará desvanecer la posibilidad de que el paraíso que los bolcheviques tienen en mente vaya a convertirse en su feudo. Por eso afirma que en un régimen socialista:


“Lo que constituye una categoría eterna en la presentación de Michels – es decir, la “incompetencia de las masas”- desaparecerá, pues esta incompetencia no es en modo alguno atributo necesario de todos los sistemas; además, es un producto de las condiciones económicas y técnicas que se manifiestan en el estado cultural general y en las condiciones de la educación. Cabe decir que en la sociedad futura habrá una superproducción colosal de organizadores, que anulará la estabilidad de los grupos dirigentes”.


Bukharin no acertará en sus previsiones. El Partido, gracias al Gulag se encargará de controlar la “superproducción” de competidores, y él mismo será asesinado por Stalin acusado de ser “una bestia fascista y traidor”.


Las teorías de Michels se condensan en el último capítulo de Los partidos políticos, donde acuña además una frase afortunada para resumirlas: la ley de hierro de las oligarquías. El resumen es impecable, así que cedamos la palabra casi por completo al autor:


“Estos fenómenos (sociológicos) parecen demostrar, indiscutiblemente, que la sociedad no puede existir sin una clase “dominante” o “política” (…) Según esta perspectiva el gobierno, o mejor dicho el Estado, no puede ser sino la organización de una minoría. El propósito de esta minoría es imponer al resto de la sociedad un “orden legal”, que es el fruto de las exigencias del dominio y de la explotación de la masa de ilotas por la minoría gobernante, y que jamás podrá representar en forma auténtica a la mayoría; esta última es así permanentemente incapaz de autogobierno.



 Aún cuando el descontento de las masas culminara en el intento triunfante de despojar del poder a la burguesía, esto ocurre sólo en apariencia, tal y como afirma Mosca; es forzoso que surja siempre de las masas una nueva minoría organizada que se eleve al rango de clase gobernante. Así la mayoría de los seres humanos están predestinados, por la trágica necesidad de someterse al dominio de una pequeña minoría, a una condición de tutela permanente, y deben avenirse a constituir el pedestal de una oligarquía”.

“De esta manera la revolución social no produciría cambio real alguno en la estructura interna de la masa. Pueden triunfar los socialistas, pero no el socialismo, que perecerá en el momento en que aquéllos triunfen. Estamos tentados de hablar de este proceso como una tragicomedia donde las masas se conforman con dedicar todas sus energías a lograr un cambio de amos (...) Como lo expresa el proverbio italiano Si cambia il maestro di cappella, ma la musica è sempre quella”.


“El resultado parece bastante malo, especialmente si tenemos en cuenta el hecho psicológico de que aún el más puro de los idealistas que llega al poder por pocos años es incapaz de eludir la corrupción que el ejercicio del poder lleva consigo”.


“El gobierno ideal sería, sin duda, el de una aristocracia de personas moralmente buenas y técnicamente eficientes. Pero ¿dónde hemos de describir esa aristocracia?”. En un momento dado Michels creerá encontrarlo nada menos que en el fascismo, y afirmará que Il Duce traduce “en forma desnuda y brillante los deseos de la multitud”. De este modo el socialista Michels aceptará en 1928 el rectorado de la Universidad de Perugia, ofrecido personalmente por Benito Mussolini. 


Quedémonos mejor con su convencimiento en que, si bien la democracia no puede dejar de ser oligárquica, la peor de ellas siempre será preferible a la mejor de las aristocracias de sangre: “si queremos estimar el valor de la democracia debemos compararla con su antítesis; la aristocracia pura”.


“Sería erróneo extraer de esta cadena de razonamiento y de estas convicciones científicas la conclusión de que debemos renunciar a todo esfuerzo por fijar los límites a los poderes ejercidos sobre el individuo por las oligarquías”.


Y acabemos con estos dos párrafos magníficos:

”No es mi intención negar que (...) todo movimiento inspirado sinceramente en un espíritu democrático pueda tener cierto valor como contribución al debilitamiento de las tendencias oligárquicas. El campesino de la fábula dice a sus hijos en el lecho de muerte que hay un tesoro escondido en el campo. Después de la muerte del anciano los hijos escarban por todos los lados para descubrir el tesoro; no lo encuentran, pero su labor infatigable mejora la tierra y les proporciona relativo bienestar. El tesoro de la fábula bien podría simbolizar la democracia. La democracia es un tesoro que nadie descubrirá jamás por la búsqueda deliberada; pero si emprendemos la búsqueda, al trabajar infatigablemente por descubrir lo indescubrible, realizaremos una obra que tendrá fértiles resultados en el sentido democrático”.


“Las corrientes democráticas de la historia parecen olas sucesivas que rompen sobre la misma playa y se renuevan constantemente. Este espectáculo reiterado es a un tiempo alentador y depresivo: cuando las democracias han conquistado ciertas etapas de desarrollo experimentan una transformación gradual, adaptándose al espíritu aristocrático y en muchos casos también a formas aristocráticas contra las cuales lucharon al principio con tanto fervor (...) Aparecen entonces nuevos acusadores denunciando a los traidores; después de una era de combates gloriosos y de poder sin gloria terminan por fundirse con la vieja clase dominante tras lo cual soportan, una vez más, el ataque de nuevos adversarios que apelan al nombre de la democracia. Es probable que este juego cruel continúe indefinidamente”.


El líder se independiza

Michels señalaba pues que el liderazgo profesional y oligárquico sustituye al de la primera etapa, que era más accesible para la gente corriente y estaba controlado por la masa de afiliados. Ese acceso directo al líder cambia con la profesionalización, ya que según Michels, “los líderes que al principio no eran más que órganos ejecutivos de la voluntad colectiva, se emancipan al poco tiempo de la masa y se hacen independientes de su control”. ¿Cómo?


La clave está en el conocimiento que los líderes profesionales y burócratas van adquiriendo a medida que desempeñan su trabajo, unas habilidades que escapan de la comprensión y competencia de la masa de los afiliados y votantes de los partidos. Así, “este conocimiento de expertos que el líder adquiere en cuestiones inaccesibles, o casi inaccesibles para la masa, le da seguridad en su posición”. Sin embargo, este proceso tiene consecuencias porque “la democracia acaba por transformarse en una aristocracia por la imposibilidad de la masa de adquirir las competencias necesarias y su dependencia de un liderazgo”.


Ciertamente, con la profesionalización se consigue mayor eficacia en la gestión de los partidos, pero al precio de sacrificar la participación y el control por la mayoría ya que, en palabras del autor, “el advenimiento del liderazgo profesional señala el principio del fin para la democracia” (…) porque “es obvio que el control democrático sufre de este modo una disminución progresiva, y se ve reducido finalmente a un mínimo infinitesimal”.


¿Cómo se justifica esto en un partido que defiende la democracia? Según Michels porque “la democracia es incompatible en todo con la rapidez estratégica, y las fuerzas de la democracia no se prestan para los rápidos despliegues de una campaña. Por eso es que los partidos políticos, aunque sean democráticos, muestran tanta hostilidad al referéndum y a todas las otras medidas para la salvaguarda de la verdadera democracia”. La democracia aplasta a la democracia


Una democracia de élites.

La consecuencia del sacrificio de la democracia interna y de la supuesta falta de interés por parte de los electores y militantes, es que los partidos, que son la espina dorsal de la democracia, están dominados por élites que funcionan de manera no democrática dentro de las organizaciones, pero que necesitan a la democracia para legitimarse en su poder interno y para aspirar al poder más allá de esas organizaciones. Es decir, la democracia está controlada por un grupo de personas que funcionan de manera no democrática.


Surge entonces la siguiente pregunta: ¿Puede ser democrático un sistema en el que sus principales instituciones no lo son? Como explicaba Michels, “podemos resumir el argumento diciendo que en la vida partidaria moderna la aristocracia se complace en presentarse con apariencia democrática, en tanto que la sustancia de la democracia se impregna de elementos aristocráticos. Por un aparte tenemos una aristocracia con forma democrática, y por otra parte, una democracia con contenido aristocrático”.  


Al estar dominados por elementos oligárquicos, los partidos presentan a las elecciones unos candidatos que son las élites de estos partidos: la “aristocracia con forma democrática”. Los ciudadanos tienen la oportunidad de elegir entre diferentes oligarcas de los diferentes partidos para dirigir la democracia, lo que sería la “democracia con contenido aristocrático”, o lo que Gaetano Mosca llamó “clase política”. Los ciudadanos corrientes no tienen acceso al ejercicio real de su soberanía, y por lo tanto a participar realmente en la democracia, si no es formando parte de esta clase.



La siguiente cuestión entonces es si se trata de una clase cerrada, de acceso restringido. Michels explicaba que sus miembros pueden surgir de la ciudadanía ordinaria, lo que es más cierto en los partidos de amplia base popular, pero al alcanzar el puesto de liderazgo en los partidos, estas personas dejan de pertenecer a su grupo de origen y se elevan por encima de la ciudadanía. Michels lo explicaba así: “Todo poder sigue así un ciclo natural: procede del pueblo y termina levantándose por encima del pueblo”.


Se produce así, según Michels, un proceso de “circulación de élites” que ya estudiaron los autores italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, según el cual en un sistema democrático las élites en el poder político se verán refrescadas por la llegada de nuevas personas surgidas de los estratos inferiores, pero que al acceder al poder pasan a convertirse a su vez en élites dejando necesariamente de pertenecer a la ciudadanía corriente.


Es decir, la democracia sin élites sería imposible porque, en un sistema de partidos, los que llegan a la situación de poder tomar decisiones lo hacen porque han ascendido dentro de la organización y por ello han alcanzado el estatus de élite separándose de la base. “Los defectos de la democracia residirán en su incapacidad para liberarse de su escoria aristocrática”, escribía Michels.


En casos de crisis política, la lejanía de la llamada “clase política” con respecto a la masa de la ciudadanía produce rechazo en esta, lo que provoca el surgimiento de grupos que denuncian a la oligarquía de turno y a la democracia como imperfecta o incluso inexistente porque no se sienten representados. Esos grupos están integrados por una número relativamente pequeño de personas, que son las interesadas en política, y luchan de manera organizada por llegar al poder, adquiriendo a su vez rasgos oligárquicos, y cuando alcanzan el poder lo hacen generalmente mezclándose con la anterior oligarquía hasta confundirse con ella.



Es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia: los burgueses revolucionarios de finales del S. XVIII a mediados del S. XIX acabaron por formar parte de la élite política mezclados con los antiguos aristócratas; los socialistas revolucionarios de finales del S.XIX acabaron fundiéndose con la burguesía en el S. XX; y los partidos que han surgido de la actual crisis de legitimidad del sistema democrático, como organizaciones oligárquicas que son, acabarán mezclándose con la actual “clase política” que hoy tanto rechazan.


Es como un tornillo que no deja de girar. Después llegarán otros grupos que denunciarán a los anteriores y le llamarán traidores a los ideales que inspiraron su revolución, aspirando a su vez a ocupar el poder, proceso en el que volverán a mezclarse en la élite con el grupo anterior. Y así sucesivamente. Como decía Michels, “es probable que este juego cruel continúe indefinidamente”.


Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna.

La aristocracia democrática y la democracia aristocrática.  La monarquía absoluta se funda sobre la voluntad de un solo individuo. En las antípodas del principio monárquico –en teoría- está la democracia, que niega el derecho de uno sobre los demás. In abstracto, hace a todos los ciudadanos iguales ante la ley.


Da a cada uno de ellos la posibilidad de ascender a la cumbre de la escala social, facilita así el camino a los derechos de la comunidad, al anular ante la ley todos los privilegios de nacimiento y al desear que en la sociedad humana la lucha por la preeminencia se decida únicamente de acuerdo con la capacidad individual.



La vida de los partidos políticos debe demostrar necesariamente una tendencia aún más fuerte hacia la democracia que la manifestada por el Estado. El partido político se funda, en la mayor parte de los casos, sobre el principio de la mayoría, y siempre sobre el principio de la masa. En la vida partidaria moderna la aristocracia se complace en presentarse con apariencia democrática, en tanto que la sustancia de la democracia se impregna de elementos aristocráticos. Por una parte tenemos a una aristocracia en forma democrática, y por la otra a la democracia con contenido aristocrático.

La forma externa democrática que caracteriza la vida de los partidos políticos bien puede enmascarar –para los observadores superficiales- la tendencia hacia la aristocracia, o, mejor dicho, hacia la oligarquía, que es propia de toda organización de partido. Si queremos comprender esta tendencia, el mejor campo de observación nos lo ofrece la estructura íntima de los partidos democráticos y, entre ellos, el partido socialista y laborista revolucionario. El estudio de las manifestaciones oligárquicas en la vida partidaria es muy valioso y muy decisivo en sus resultados, si lo emprendemos en relación con los partidos revolucionarios, pues estos partidos representan –en lo que a su origen y a su programa se refiere- la negación de tal tendencia, y además han nacido sin oposición.


 La aparición de los fenómenos oligárquicos en el propio seno de los partidos revolucionarios es una prueba terminante de la existencia de tendencias oligárquicas inmanentes en todo tipo de organización humana que persigue el logro de fines definidos. El liderazgo en las organizaciones democráticasEs inconcebible la democracia sin organización. La organización es el único medio para llevar adelante una voluntad colectiva. Por estar basada sobre el principio del menor esfuerzo, es decir, sobre la máxima economía posible de energía, la organización es el arma de los débiles en su lucha contra los fuertes.


El principio de organización es condición absolutamente esencial para la lucha política de las masas. Sin embargo, este principio de organización, políticamente necesario, aunque conjura la desorganización de fuerzas que hubiera favorecido al adversario, trae consigo otro peligro: en realidad la organización es el manantial desde donde parten las corrientes conservadoras que riegan la llanura de la democracia. Circunstancialmente hay inundaciones desastrosas que hacen irreconocible la pradera.



La democracia no puede existir hasta que se ha alcanzado una etapa superior de vida social, mejor desarrollada. Las libertades y los privilegios, y entre éstos el privilegio de tomar parte en la dirección de los asuntos públicos, al principio están reservados a pocos. Los tiempos más recientes se caracterizan por la extensión gradual de estos privilegios a un círculo cada vez más amplio. Llamamos a esto la esfera de la democracia; pero, si pasamos la esfera de la democracia a la esfera del partido, podremos observar que, a medida que se desarrolla la democracia, aparece un efecto lateral: con el avance de la organización, la democracia tiende a declinar; la evolución democrática tiene un curso parabólico.


En estos momentos, al menos en lo que a la vida partidaria se refiere, la democracia está en fase descendente. Como regla general, cabe enunciar que el aumento de poder de los líderes es directamente proporcional a la magnitud de la organización. Donde la organización es más fuerte encontramos que es menor el grado de aplicación de la democracia.


Toda organización sólidamente construida presenta un campo eminentemente favorable para la diferenciación de órganos y de funciones. Cuanto más extenso y más ramificado es el aparato oficial de la organización, tanto mayor es el número de sus miembros, tanto más rico su tesoro y tanto más amplia la circulación de su prensa, tanto menos eficiente el control ejercido por la masa y tanto más reemplazado por el poder creciente de las comisiones.


A medida que se desarrolla una organización, no sólo se hacen más difíciles y más complicadas las tareas de la administración, sino que además aumentan y se especializan las obligaciones hasta un grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola mirada. En un movimiento que avanza con rapidez, no solo el aumento del número de obligaciones, sino también el carácter más específico de éstas, impone una diferenciación de funciones cada vez mayor. Nominalmente, y según la letra de las reglamentaciones, todos los actos de los dirigentes están expuestos a la crítica siempre vigilante de la masa y de los medios.


La burocracia: tendencias de centralización y de descentralización.

El partido donde el círculo de las élites está restringido por demás, o donde, en otras palabras, la oligarquía se compone de un número demasiado pequeño de individuos, corre el riesgo de ser barrido por las masas en un momento de efervescencia democrática. Por eso el partido moderno, como el Estado moderno, procuran a su propia organización la base más amplia posible de individuos. Así sobreviene la necesidad de una burocracia fuerte, y estas tendencias se ven reforzadas por el aumento de las tareas impuestas por la organización moderna.


A medida que aumenta el partido burocrático sufren un debilitamiento inevitable dos elementos que constituyen los pilares esenciales de toda concepción socialista: la comprensión de las metas culturales más amplias y más ideales del socialismo, y la comprensión de la multiplicidad internacional de sus manifestaciones. El mecanismo llega a ser un fin en sí mismo. La burocracia es el enemigo jurado de la libertad individual y de toda iniciativa audaz en materia de política interna.


Cualidades secundarias requeridas por el liderazgo:

En los primeros días del movimiento laboral, el fundamento del liderazgo consistía en capacidad oratoria. La multitud no puede escapar de la esencia estética y emocional de las palabras. La característica esencial de la democracia se revela en la rapidez con que sucumbe a la magia de las palabras, escritas o habladas. En un régimen democrático los líderes son oradores y periodistas.


Muchas y diversas son las cualidades personales gracias a las cuales ciertos individuos logran gobernar a las masas. No todos los líderes están dotados, necesariamente, con estas cualidades, a las que bien podríamos calificar de cualidades específicas de liderazgo. Entre ellas, la principal es la fuerza de voluntad que reduce a la obediencia a otras voluntades menos poderosas. 



La siguiente en importancia es un conocimiento amplio, que impresiona a los que rodean al líder; viene luego una fuerza catoniana de convicción, fuerza de ideas que a menudo linda en el fanatismo, y que infunde respeto a las masas por su misma intensidad; luego la autosuficiencia aunque se acompañe de un orgullo arrogante, mientras el líder sepa cómo hacer que la multitud comparta su propio orgullo; en casos excepcionales, por último, están la bondad de corazón y el desinterés, cualidades que evocan en la mente de la multitud la figura de Cristo, y avivan sentimientos religiosos olvidados, pero no muertos. Sin embargo, la cualidad que impresiona por sobre todas a las multitudes es el prestigio de la celebridad. Para las masas es una cuestión de honor depositar la conducción de sus asuntos en las manos de una celebridad. La multitud se subordina siempre de buena gana a la dirección de individuos distinguidos. Para la opinión popular, ostentar un nombre que ya es conocido en ciertos aspectos constituye el mejor título de liderazgo.

La situación de los líderes en relación con las masas, en la práctica.

La acumulación de poder en las manos de un número restringido de personas da lugar, por fuerza, a muchos abusos. El “representante”, orgulloso de su condición de indispensable, se transforma con facilidad de servidor en amo de su pueblo.


Los líderes, que en un principio estaban sujetos a obligaciones hacia sus subordinados, a la larga llegan a ser sus señores. El mismo partido que lucha contra la usurpación de la autoridad constituida del Estado, se somete, como por necesidad natural, a las usurpaciones de sus propias autoridades constituidas. Las masas están mucho más sujetas a sus líderes que a sus gobiernos, y soportan abusos de poder de los primeros, que nunca tolerarían a estos últimos.


Causas psicológicas del liderazgo:

Quien tiene el cargo de delegado adquiere un derecho moral a ese cargo, y los delegados lo conservan a menos que sean privados de éste en circunstancias extraordinarias o en cumplimiento de leyes observadas con estrictez excepcional. Una elección realizada para un propósito definido adquiere una trascendencia vitalicia. La costumbre se hace un derecho. Quien se ha desempeñado durante cierto tiempo el cargo de delegado termina por considerar que ese cargo es propiedad suya. Si se le niega la reelección amenaza con represalias (la amenaza de renuncia es la menos grave entre todas) que tenderán a sembrar confusión entre sus camaradas, y esa confusión continuará hasta que salga victorioso.


La necesidad de liderazgo que experimenta la masa.

Entre los ciudadanos que gozan de derecho políticos, el número de los que tienen un interés vital por las cuestiones públicas es insignificante. En la vida de los partidos democráticos modernos podemos observar signos de similar indiferencia. Sólo una minoría participa de las decisiones partidarias, y a veces esa minoría es de una pequeñez rayana en lo ridículo. Las resoluciones más importantes adoptadas por el más democrático de todos los partidos –el partido socialista- emanan siempre de un puñado de sus miembros. Es verdad que la renuncia al ejercicio de los derechos democráticos es voluntaria, excepto en aquellos casos en que la participación activa de la masa organizada, en la vida partidaria, aparece obstaculizada por las condiciones geográficas o topográficas.


Cuando terminan su jornada de trabajo, los proletarios solo piensan en descansar, y en meterse a la cama temprano. Quienes ocupan sus lugares en las reuniones son los pequeño burgueses, los empleados, los intelectuales jóvenes y que aún no se han hecho una posición dentro de su propio círculo, gente gustosa de que se la considere como auténticos proletarios, y miembros de la gloriosa clase del futuro.


La participación en la vida partidaria adquiere un aspecto escalonado. La gran masa de electores constituye la extensa base; sobre ésta se superpone la masa enormemente menor de miembros enrolados en el comité local del partido, que representa quizás un décimo o quizá no más de una treintava parte de los electores; encima de éstos, a su vez, viene el número mucho más pequeño de los miembros que asisten regularmente a las reuniones; luego viene el grupo de funcionarios del partido; y por encima de todo, constituido en parte por las mismas personas del grupo anterior, el grupo de media docena de los miembros que constituyen el comité ejecutivo. El poder efectivo aquí está en razón inversa del número de quienes lo ejercen.


La necesidad de guía que experimenta la masa, y su incapacidad para actuar cuando le falta una iniciativa de afuera y desde arriba, impone, sin embargo, una pesada carga a los jefes. Los líderes de los partidos democráticos modernos no llevan una vida de holganza. Su vida es de esfuerzo incesante. Deben sacrificar constantemente su propia vitalidad en la lucha. La masa tiene una pasión incurable por los oradores distinguidos, por los hombres de gran renombre, y si no puede obtenerlos insiste al menos en un diputado. Los líderes de las posiciones más altas viven entorpecidos por los cargos honoríficos que llueven sobre ellos. Una de las características de los partidos democráticos modernos es la acumulación de cargos.


La gratitud política de las masas.

Hay otro factor, de aspecto moral más importante, que contribuye a la supremacía del líder: es la gratitud que experimenta la multitud hacia quienes hablan o escriben en su defensa. La masa alienta una gratitud sincera hacia sus líderes, y considera que esa gratitud es un deber sagrado. Por lo general ese sentimiento de gratitud se manifiesta en la reelección continua de los líderes que lo han merecido, con lo que el liderazgo por lo común se hace perpetuo.


La adoración de los conductores por los conducidos es latente, por lo común. Se revela por signos apenas perceptibles, tales como el tono de veneración con que suele ser pronunciado el nombre del ídolo, la perfecta docilidad con que obedecen al menor de sus signos, y la indignación que despierta todo ataque crítico a su personalidad.


Peculiaridades secundarias de la masa.

Los líderes deben lidiar con una masa de miembros, a los cuales son superiores en respecto de edad y experiencia de la vida, en tanto que nada tienen que temer de una crítica implacable que es característica tan peculiar de hombres que acaban de llegar a la virilidad. Otra consideración importante, relativa a la composición de la masa que hay que dirigir es su carácter fluctuante.


Con el mayor progreso en la organización aparecen continuamente nuevas necesidades, tanto dentro del partido como con respecto a su relación con el consumo exterior. Llega el momento en que lo provisional debe dejar su lugar a lo permanente, y el diletantismo debe ceder ante el profesionalismo.


Una larga experiencia nos ha demostrado que entre los factores que aseguran el dominio de las minorías sobre las mayorías –el dinero y sus equivalentes, la tradición y la transmisión hereditaria- debemos reconocer el primer lugar a la instrucción formal de los líderes (la superioridad intelectual). En los partidos del proletariado, en cuestión de educación, los conductores son muy superiores a los conducidos. 



Los desertores de la burguesía se hacen líderes del proletariado, precisamente por esa superioridad de instrucción formal que han adquirido en el campo enemigo y llevan consigo, y no a pesar de ella. Cuando los obreros eligen a sus propios líderes, están forjando con sus propias manos nuevos amos, cuyos medios principales de dominio están en las mentes mejor instruidas.

La competencia técnica coloca al líder en un puesto más alto que la masa, subordina la masa a los líderes, encuentra reforzada su influencia por otros diversos factores, tales como la rutina, la educación social que adquiere en la cámara, el aprendizaje esencial en la labor de comisiones parlamentarias. Los líderes procuran naturalmente aplicar en la vida normal de los partidos las maniobras que han aprendido en el medio parlamentario; de esta manera a menudo logran desviar la corriente que se opone a su propia voluntad.


La principal fuente de poder del líder está en su indispensabilidad. Son muchos los oradores parlamentarios y los líderes de gremio que están en oposición con la masa, a un tiempo en lo teórico y en lo práctico, y sin embargo continúan pensando y actuando tranquilamente en nombre de la masa. Esta, desconcertada e incómoda, está atenta a la conducta de los “grandes hombres”, pero es raro que se atreva a privarlos de su autoridad y a destituirlos.


Esta incompetencia de las masas es casi universal en el terreno de la vida política, y constituye el fundamento más sólido del poder de los líderes. La incompetencia proporciona a los líderes una justificación práctica y, en alguna medida también, moral. Puesto que la masa es incapaz de velar por sus propios intereses, es necesario que cuente con expertos que atiendan sus asuntos. La incompetencia de las masas, que en último análisis reconocen siempre los líderes, sirve para dar una justificación teórica al dominio de éstos. 



En todas las cuestiones de gobierno para cuya decisión se requiere un conocimiento especializado, en las cuales es esencial cierto grado de autoridad, hay que admitir cierta medida de despotismo y, en consecuencia, una desviación de los principios de la democracia pura. Desde el punto de vista democrático esto es quizás un mal, pero es un mal necesario. De esta manera la democracia termina por transformarse en una forma de gobierno por los mejores: en una aristocracia.


Tanto en lo material como en lo moral, son los líderes quienes han de ser considerados los más capaces y los más maduros, y no a la inversa, ya que demuestra su falta de liderazgo. 


La lucha entre los propios líderes.

Una característica esencial de la democracia es que cada uno lleva en la mochila su bastón de mariscal. Es verdad que la masa siempre es incapaz de gobernar; pero no es menos cierto que cada individuo de la masa, en la medida que tiene las condiciones que son el requisito que le permita elevarse por encima de la multitud, puede alcanzar el grado de líder y llegar a gobernante. Esta promoción de nuevos líderes supone siempre el peligro, para los que ya están en posesión del poder, de verse obligados a dejar su lugar a los recién venidos. Por eso el viejo líder debe mantenerse siempre en contacto con las opiniones y sentimientos de las masas a las que debe su situación.



La apariencia de acatamiento a la masa, que los líderes manifiestan, llega a adquirir formas de demagogia en el caso de los más débiles y los más astutos. Los demagogos son los cortesanos de la voluntad popular. En lugar de elevar a las masas hasta su propio nivel descienden al nivel de éstas.


Sería un error acusar a la multitud de levantarse contra sus líderes, y hacer a las masas responsables de las caídas de éstos. No son las masas las que han devorado a los líderes: los jefes se han devorado entre sí, con la ayuda de las masas. Las diferencias que conducen a luchas entre los líderes en casi todos los casos dependen de dos categorías o motivos.



Por sobre todo están las diferencias objetivas y las diferencias de principio, en conceptos filosóficos generales, o al menos en la forma de concebir la evolución social inmediata y las consiguientes divergencias de opinión respecto de las tácticas más deseables. En segundo lugar tenemos las luchas que obedecen a razones personales: antipatía, envidia, celos, intentos audaces por apoderarse de los primeros puestos, y la demagogia.


En casi todos los casos las dos series de motivos están algo confundidos en la práctica; y a la larga encontramos que los de la primera serie tienden a ser desplazados por los de la segunda, en la medida que las diferencias de principio y de orden intelectual se transforman en personales y despiertan una hostilidad profunda entre los representantes de las diversas teorías.



La oligarquía surgida de la democracia está amenazada por dos graves peligros: la rebelión de las masas y (en relación íntima con esta rebelión, de la cual suele ser el fruto) la transición hacia una dictadura, cuando uno entre los oligarcas logra conquistar el poder supremo. La consecuencia es que en todos los partidos populares falta ostensiblemente un espíritu de fraternidad genuina: no encontramos una confianza mutua sincera y cordial; hay una lucha latente, un espíritu de irritación determinado por la desconfianza recíproca de los líderes.



La lucha entre los viejos líderes y los aspirantes al poder constituye una amenaza permanente a la libertad de palabra y de pensamiento. Los líderes llegan al extremo de ejercer una censura sobre todos aquellos colegas de quienes sospechan inclinaciones rebeldes. Los líderes de lo que podríamos llamar “el gobierno” siembran en la mente de las masas desconfianza hacia los líderes de la “oposición” al calificarlos de incompetentes y profanos, y acusarlos de charlatanes, corruptores del partido, demagogos y farsantes, en tanto que en nombre de la masa y de la democracia se presentan como exponentes de la voluntad colectiva, y exigen la sumisión de los insubordinados, y aun de los camaradas simplemente descontentos.


La oligarquía que domina el partido democrático moderno utiliza un medio para amansar a la oposición. Si los líderes de la oposición son peligrosos porque tienen muchos prosélitos entre las masas, y si, al mismo tiempo, son pocos en número, los viejos líderes partidarios procuran tenerlos en jaque y neutralizar su influencia mediante métodos conciliatorios. Brindan a los líderes de la oposición altos cargos y honores dentro del partido, y así los hacen inocuos; tanto más cuando vemos que no los admiten en los cargos supremos, sino que los relegan a puestos de segundo orden que no les dan influencia notable, y donde no tienen esperanzas de llegar un día a ser mayoría.


Hay ocasiones en que se entronizan nuevos liderazgos. Lo único que revelan es que hay un nuevo líder que está en conflicto con el anterior y, gracias al apoyo de la masa, ha prevalecido en la lucha y ha logrado la destitución del viejo líder, y reemplazarlo. Con esta sustitución la democracia no gana prácticamente nada. Tan pronto como los nuevos líderes han logrado su objetivo, tan pronto como triunfan (en el nombre de los derechos lesionados de las masas anónimas), al derrocar la odiosa tiranía de sus predecesores y al alcanzar el poder a su turno, vemos que sufren una transformación que los hace muy semejantes a los tiranos destronados.


La estabilidad del liderazgo:

En los partidos de la clase trabajadora encontramos que el personal de funcionarios es aún más estable que el de los líderes en general. Esta prolongada retención de los cargos supone un peligro para la democracia; por esta razón las organizaciones que anhelan conservar su esencia democrática establecen como norma que todas las funciones deben ser adjudicadas solo por breves lapsos. Cuanto más prolongada es la retención del cargo, tanto mayor se hace la influencia del líder sobre las masas y tanto mayor, por consiguiente, su independencia. Por eso una repetición frecuente de elecciones es una precaución elemental, por parte de la democracia, contra el virus de la oligarquía.


El liderazgo es retenido indefinidamente, no porque sea la expresión tangible de las relaciones entre las fuerzas que existen en el partido en un momento determinado, sino simplemente porque ya está constituido. A menudo los líderes son confirmados en su cargo todo el tiempo que ellos mismos lo quieran, por una pereza gregaria o, si podemos emplear el eufemismo, en virtud de la ley de la inercia.


A quien la colectividad prefiere sobre todos los otros no es tanto al camarada merecedor, sino al probado y experto, cuya colaboración no debe interrumpirse por ninguna razón. Ciertos individuos, simplemente por haber sido investidos con determinadas funciones, se hacen inamovibles, o al menos difíciles de reemplazar. Toda organización democrática, por su propia naturaleza, se apoya en una división del trabajo. Pero dondequiera que esa decisión del trabajo prevalece hay necesariamente especialización, y los especialistas se hacen indispensables.


Las designaciones por poco tiempo en un cargo son democráticas, pero, en sus aspectos técnicos y psicológicos, son muy poco prácticas. Si no logran despertar en el funcionario un sentido propio de responsabilidad, abren la puerta a la anarquía administrativa. Los dos defectos más graves de la democracia auténtica son su falta de estabilidad y su dificultad de movilización; ambos dependen del derecho reconocido de que las masas soberanas tomen parte en la administración de sus propios asuntos.


A medida que los jefes se desvinculan de la masa, se muestran cada vez más inclinados a llenar los claros que se producen en sus propias vidas, no mediante elección popular, sino mediante coopción, y así aumentan sus propios efectivos todo lo posible, al crear nuevos cargos por iniciativa propia. 



Aparece en los líderes una tendencia a aislarse, a establecer una especia de baluarte, y rodearse como con un muro, dentro del cual solo pueden entrar quienes participan de su propia forma de pensar. En lugar de permitir que sus sucesores sean designados por elección de la masa, los líderes hacen cuanto está a su alcance por elegirlos por sí mismos y por llenar todos los claros de sus propias filas, directa o indirectamente, por el ejercicio de su propia voluntad.

En la designación de candidatos para la elección, encontramos otro grave fenómeno oligárquico: el nepotismo. La elección de los candidatos depende casi siempre de una camarilla formada por los dirigentes locales y sus asistentes, quienes sugieren a la masa algunos nombres adecuados. En muchos casos la banca parlamentaria es considerada casi como una propiedad familiar.


El poder financiero de los líderes y del partido:

La práctica de pagar por todos los servicios tiende, en no poco grado, a reforzar la burocracia partidaria, y favorece al poder centralizado. La dependencia financiera del partido, es decir, de los líderes, que representan a la mayoría, traba a la organización como con cadenas de hierro. Los miembros de la organización más tenazmente conservadores son, en realidad, quienes dependen de modo más categórico de ella.



Para la mayor parte de los hombres, el idealismo puro no es un incentivo adecuado para desempeñar sus obligaciones. En consecuencia, es necesario que los líderes reciban una retribución prosaica además de la devoción de sus camaradas y la satisfacción de una conciencia tranquila. Por otras dos razones es necesario que los empleados estén bien pagados.


La primera es moral: el trabajador merece su salario. La otra razón corresponde a la esfera de la política práctica: pagar poco a los funcionarios, como cuestión de principios, es peligroso, precisamente porque lo confía todo a la única carta del idealismo. El líder mal pagado está más expuesto a sucumbir a la tentación; es más probable que traicione al partido por interés que quien, por estar bien pagado, obtiene por su trabajo un ingreso seguro y suficiente. 


Además, el pago mezquino de los funcionarios hace difícil aplicar otra medida preventiva contra el establecimiento de la oligarquía, porque impide los cambios frecuentes de personal en los cargos dirigentes, y de esta manera favorece indirectamente la formación de una oligarquía. El aumento de la potencialidad financiera del partido, que facilita al principio el pago liberal de los funcionarios, contribuye mucho a alentar los apetitos dictatoriales de los miembros de la burocracia partidaria, que fiscalizan las fuerzas económicas del partido en virtud de su condición de administradores.

Ideología bonapartista.

La interpretación bonapartista de la soberanía popular era una dictadura personal conferida por el pueblo, de acuerdo con leyes constitucionales. El bonapartismo reconocía la validez de la voluntad popular al extremo de conceder a esa voluntad el derecho de la autodestrucción: la soberanía popular podía suprimirse a sí misma. El bonapartismo es la teoría del dominio individual originado en la voluntad colectiva, pero que tiende a emanciparse de esa voluntad y volverse, a su turno, soberano. En su pasado democrático encuentra una defensa contra los peligros que pueden amenazar su presente antidemocrático. Es la síntesis de dos conceptos antagónicos: la democracia y la autocracia. En las multitudes democráticas encontró el bonapartismo un suelo notablemente favorable, pues dio a las masas la ilusión de ser el amo de sus amos.


La obediencia absoluta que la masa organizada debe a sus líderes es el fruto de las relaciones democráticas que hay entre los líderes y la masa, y no es más que la subordinación colectiva a la voluntad colectiva. La democracia moderna sostiene que nadie puede desobedecer las órdenes de los oligarcas, pues al hacerlo la gente peca contra sí misma y desafía su propia voluntad, transferida espontáneamente por ellos a sus representantes, e infringe así el principio democrático. En la historia de la vida del partido es innegable que el sistema democrático se reduce, en último análisis, al derecho de las masas a elegir, con intervalos preestablecidos, amos a quienes en el ínterin deben obediencia incondicional.


Identificación del partido con el líder:

El burócrata se identifica completamente con la organización, y confunde sus propios intereses con los de ella. Toma toda crítica objetiva al partido como una afrenta personal. El líder se declara personalmente ofendido, y en parte lo hace de buena fe, pero también en parte deliberadamente, para cambiar de campo de batalla, y poder presentarse como el objeto inofensivo de un ataque injustificable. Si el líder es atacado personalmente, su primera preocupación es hacer que parezca que el ataque se dirige contra el partido en su totalidad.


El despotismo de los líderes no proviene solamente de un ansia vulgar de poder ni del egoísmo incontrolado, sino que muchas veces es resultado de la creencia profunda y sincera en la propia valía y en los servicios prestados a la causa común.



Cuando en cualquier organización la oligarquía ha alcanzado un estado avanzado de desarrollo, los líderes comienzan a identificar consigo, no sólo las instituciones partidarias, sino también la propiedad del partido. Este fenómeno es común tanto en el partido como en el Estado.


Bibliografía en español


Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. 2 Tomos: ISBN 978-950-518-197-1 e ISBN 978-950-518-198-8. Amorrortu editores (2a, ed. 2008).

INEP Internet para el profesional de la política
http://inep.org Potenciado por Joomla! Generado: 21 May, 2009.


http://navarth.blogspot.com/2014/03/robert-michels-y-la-ley-de-hierro-de.html.  "ROBERT MICHELS Y LA LEY DE HIERRO DE LAS OLIGARQUÍAS" DOMINGO, 9 DE MARZO DE 2014.



Venezuela paga el precio del contrabando

Por Kejal Vyas
June 10, 2014. 

CÚCUTA, Colombia—La razón del descenso en la popularidad del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puede encontrarse en parte en el ruidoso mercado de contrabando en esta zona fronteriza, que muestra la forma en la que el desenfrenado capitalismo de libre mercado de Colombia está eclipsando el socialismo de su vecino y perjudicando a los venezolanos comunes y corrientes.

Cuando Norbis Berrocal, un ama de casa colombiana, compra leche en polvo para bebé en un congestionado mercado callejero en Cúcuta por una fracción del precio minorista usual, Venezuela paga indirectamente por el resto.

"Tenemos suerte de tener a Venezuela tan cerca", dijo Berrocal, mientras compraba una caja de leche para enviarla a familiares al interior de Colombia.

La mujer es una de muchos consumidores colombianos que se benefician del masivo comercio de contrabando de bienes subsidiados o cuyos precios están sujetos a un bajo control de su vecino, incluyendo gasolina casi gratis, repuestos para autos, harina de maíz y desodorante, todos comprados muy barato en Venezuela para luego ser vendidos con ganancia al otro lado de la frontera.

Con una profunda intervención del gobierno en la economía, Venezuela importa ahora cerca de 75% de lo que consume pero pierde un tercio de sus bienes en el comercio ilegal en la frontera, estima el gobierno. Algunos economistas dicen que Caracas exagera el problema del contrabando para ocultar su propia inhabilidad de mantener los supermercados bien abastecidos.

La escasez ha erosionado la popularidad de Maduro a un mínimo de 37%. Los sondeos más recientes muestran que la falta de alimentos sobrepasó a la delincuencia rampante como la principal preocupación de los ciudadanos. Y en Colombia hay tanta ansiedad entre los empresarios sobre el ingreso de productos baratos que la Federación Nacional de Avicultores empezó el domingo una campaña pública para desalentar la compra de pollo de contrabando.

"No estamos viviendo sino sobreviviendo", dijo Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio de San Antonio, un atribulado pueblo en el lado venezolano del río Táchira, que divide a los países.

Sofocada por fábricas estatales ineficientes y controles de precios, la producción en Venezuela se ha desplomado. Además, la profunda debilidad del bolívar venezolano abarata los bienes en Colombia. Estos factores llevan a la frecuente escasez que complica la vida de los venezolanos en la frontera, donde los contrabandistas dejan poco en los estantes de las tiendas.

Esta es en parte la razón por la que las protestas que empezaron en febrero contra el gobierno de Maduro tuvieron sus raíces acá antes de expandirse a nivel nacional. Aún se producen demostraciones y protestas esporádicas, incluyendo una el domingo en la que el partido Voluntad Popular se pronunció en contra del arresto de su líder, Leopoldo López, quien es acusado de instigar a demostraciones violentas.

El gobierno de Venezuela dice que está trabajando con su vecino en una campaña contra el contrabando que incluye mayor presencia militar en la frontera. Esto llevó a los comerciantes ilegales, que consideran que su actividad es legítima, a bloquear el tráfico sobre el puente que conecta los dos países.

"El problema es que del lado venezolano lo que estos contrabandistas hacen es ilegal pero a un kilómetro hacia el lado colombiano nadie piensa que lo que están haciendo es malo", dijo Carlos Chacón, un conejal de San Antonio, en referencia a los clientes colombianos.

Como método de subsistencia, muchos residentes se dedican a transportar bolsas de comestibles de Venezuela a Cúcuta, un trabajo que puede generar más ingresos que un salario típico.

Un universitario venezolano de 26 años en San Antonio dijo que ganaba dinero extra durante la semana al tomar un bus público con una caja de artículos como esponjas de baño y limpiabrisas, los cuales vende con ganancia en Colombia. "La mitad de la gente en el bus va cargando cajas de algo; leche, aceite de cocina, cualquier cosa", dijo.

Venezuela amenaza a los contrabandistas con 14 años de prisión. Pero el estudiante dijo que él y otros comerciantes pasan por los retenes de la Guardia Nacional Venezolana pagando pequeños sobornos. Las autoridades venezolanas reconocen que las ganancias atractivas dificultan su trabajo para contener el contrabando.

"No es una tarea fácil porque hay una realidad en nuestro lado de la frontera, donde tenemos un sistema de protección para las personas, subsidio de alimentos y preciso justos; y sin duda al otro lado no es así", dijo recientemente en un discurso el vicepresidente Jorge Arreaza.

Líderes empresariales, dijo, se quejaron de que un detergente que se vende en Barcelona, en el oriente venezolano, estaba apareciendo en tiendas en Bogotá, a unos 1.600 kilómetros por carretera.

Durante los primeros tres meses del año, la patrulla fronteriza de Venezuela en el estado de Táchira confiscó más de 14.000 toneladas de comestibles y carne, suficiente para alimentar a unas 400.000 personas por un mes, dijo en televisión el Comandante Estratégico Operacional de Venezuela, Vladimir Padrino.

El comercio ilícito ha sido alimentado por la debilidad del bolívar, el cual ha perdido más de 60% de su valor frente al dólar en el último año en el mercado negro, lo que beneficia a los compradores con la moneda estadounidense o el peso colombiano.

Muchos venezolanos miran a Cúcuta para saber cuánto valen sus bolívares. Por años, la tasa determinada por las casas de cambio en la ciudad colombiana ha sido publicada en sitios web clandestinos y se usa como referencia para transar dólares en el mercado negro de Venezuela, donde estrictos controles de divisas hacen casi imposible encontrar la moneda estadounidense.

La distorsión que resulta es más visible en los mercados callejeros de Cúcuta. Acá, un kilo de arroz Primor que en Venezuela se compra por un precio regulado de nueve bolívares (13 centavos a la tasa de cambio del mercado negro), es vendido por 1.700 pesos colombianos (89 centavos) dicen comerciantes. La popular harina de maíz venezolana P.A.N. para las arepas produce márgenes de ganancia similares. Pilas del icónico empaque amarillo de la harina se pueden ver en los mercados a los lados de las carreteras.

En una plaza frente a la alcaldía de Cúcuta, un grupo de ancianos bebía hace poco Polar y Solera, las populares cervezas venezolanas que los contrabandistas llevan a Colombia para vender con una generosa ganancia.

"Todo lo que usted ve en esta calle es venezolano", dijo Alejandro Valbuena, un comerciante de 32 años mientras una fila de camiones descargaba cajas de detergente para platos y pañales. "Si mira alrededor se dará cuando por qué el socialismo no funciona".


http://online.wsj.com/news/articles/SB10001424052702303969504579614671359367960?tesla=y&tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB1000142405270230. "Venezuela paga el precio del contrabando". Por Kejal Vyas. June 10, 2014.


Universidad de Estudios Políticos: Dr Rojas Contreras. Por Kelder Toti.

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Inscripciones Abiertas para la Maestría on line y presencial de la Universidad De Estudios Políticos Dr Rojas Contreras.


Maestría en: Ciencias Políticas y Doctrina Militar.

Licenciatura en Literatura (Sólo para los que les falte la elaboración de la Tesis). Seminario de Comunicación Social.

Duración: 4 Semestres de duración con la Elaboración de Tesis y trabajo de Grado en cada Especialidad.

El correo electrónico es: anton691@hotmail.com.

Dirección: Quinta Crespo (Caracas). En la U.E.P. "Ceferino Alegría" al frente del Colegio Francisco Pimentel, preguntar por el Profesor Kelder Toti de Lunes a Viernes de 6:00 a 12:00 am, 1:00 a 2:30 pm (Lunes a Miércoles) y de Lunes a Miércoles de 6:15 a 7:00 pm; y los días Sábado de 8:00 a 12:00 am.

Inscripciones y Mensualidades a convenir tanto local como internacionalmente.

(Se devuelve la inscripción sino está conforme con los estudios emprendidos, y el título se lo otorga la Universidad De Estudios Políticos Dr Rojas Contreras).
Pensum de la Maestría en Ciencias Políticas:

Semestre I

Fundamentos de las Ciencia Política I:
Introducción a la Teoría General del Estado:
Análisis Político I:
Idioma Local:
Lenguaje y Comunicación:
Metodología de la Investigación:
Sociología Política:
Economía política I:
Acción Política I:  
Estrategia y Táctica Política I:
Análisis Constitucional I:
Principios de Propaganda:

Semestre II

Principios de Derecho Constitucional:  
Fundamentos  de las Ciencias Políticas II: 
Economía Política II:
Metodología de la Investigación Política II:
Acción Política II:        
Teoría política I:
Geopolítica I:
Estrategia y Táctica Política II:
Análisis Político II:
Historia de la Filosofía II:
Praxis de la Propaganda I:
Análisis Constitucional II:

Semestre III

Psicología Política:
Principios de la Psicología Social:
Evolución histórica de las Instituciones Políticas II:      
Historia de la Filosofía Política II:          
Teoría Política II:
Gepolítica II:
Modernización y Reforma del Estado:
Teoría de la Propaganda Política:
Análisis Político III:
Acción Política II:
Praxis de la Propaganda II:
Análisis Constitucional III:

Semestre IV.

Tesis.

Pensum de la Maestría en Doctrina Militar:

Semestre I.

Metodología para elaboración de Monografía.
Planificación Estratégica y Táctica I.
Idioma Local:
Lenguaje y Comunicación:
Doctrina de Guerra I.
Historia Militar I
Matemática I:
Física I:
Tipos de Guerra:
Sistemas Modernos de Armas I:
Polemología de la Guerra.
Sociología Militar.
Doctrina Castrista.
Doctrina de Combate Urbano.
Doctrina de Guerra de Guerrillas.

Semestre II.

Planificación Estratégica y Táctica II:
Doctrina de Guerra II:
Historia Militar II.
Geoestrategia:
Matemática II:
Física II:
Guerra Espacial:
Logística:
Guerra Aérea:
Guerra Cibernética e Informática:
Guerra Naval:
Sistema de Armas II:

Semestre III.

Guerra Terrestre:
Guerra Blindada:
Guerra de Guerrillas:
Guerra de Guerrillas Urbana:
Matemática III:
Doctrina Relámpago:
Doctrina Aeroterrestre:
Doctrina Soviética:
Doctrina Británica:
Doctrina Maoista:
Doctrina Naval Japonesa:

Semestre IV.

Tesis.

Licenciatura en Literatura (Debe tener todos los créditos aprobados en otra Casa de Estudio).

Semestre I.

Tesis.

Seminario de Comunicación Social (La duración del Seminario es hasta que entregue los trabajos de campo).

Elaboración de Ensayos.
Elaboración de Reportaje.
Idioma Local.
Lenguaje y Comunicación.
Comunicación Radial.
Comunicación Audio-Visual.
Comunicación Impresa.
Comunicación Digital.
Ética Periodística.
Tipos de Reportajes.
Importancia del Periodismo.

Al terminar los trabajos de campo se entregará el certificado de  aprobación del Seminario, los trabajos de campo de las diferentes asignaturas, se colocará en el portal de la Universidad.

Método de Evaluación para las Catedrás: Es la entrega de una Monografía en cada una de las Cátedras, que será publicada en el portal de la Universidad, después de ser revisada, por diferentes tutores, y corregida, pudiendo optar el estudiante al semestre siguiente).

El Tiempo de Estudio está en función de la culminación de la Monografía emprendida en cada materia, pudiendo el alumno optar a la materia siguiente.

El título es dado por la Institución (Universidad Dr Rojas Contreras), y no es avalado por el Ministerio de la Educación Superior, dada la mediocridad de ese organismo.

                   Atentamente

                                                                                                                                                                                 Gral de Div  Kelder Toti.

El SI informa: USM (La Urbina, Caracas) Protesta por falta de agua.


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EL SI informa: Venezuela dona a Nicaragua 8 estaciones de vigilancia sísmica.  

El SI informa: trancada la carretera Lara-Zulia por segundo día. Por inseguridad, agrietamiento y falta de agua.

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El SI informa: transportistas de Acarigua y Araure trancan algunas vías de la ciudades por inseguridad.

El SI informa: vecinos de Valencia  (Estado Carabobo) denuncian que ni hirviendo el agua se puede consumir ni es potable.

EL SI informa: pernoctarán a las afueras del PNUD hasta que entreguen vídeos del ataque al campamento el 8M.

El SI informa: estudiantes de la USM prenden barricada en la salida de Mariche de la USM.

El SI informa: protestan padres y representantes Escuela José Gerbasio Artigas Av El Cuartel, en Catia (Caracas).

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El SI informa: Universidades de Barquisimeto (Estado Lara): Fermín Toro y Lisandro Alvarado) fueron atacadas con lacrimógenas.


El SI informa: IUT kilometro 8 (Junquito) trancado por protesta de estudiantes.

El SI informa: Se espera allanamiento en la ULA de Merida.

El SI informa: Enfrentamientos en la Circunvalación 2 de Maracaibo (Estado Zulia).

El SI informa: Suspenden clases en la UNET y UCAT por paro de transporte público en el Táchira hasta que se normalice la situación.

Lord Jojo: "No hay peor castigo para un preso que el olvido".

Lord Jojo: El futuro de mis hijos no está en manos de un político inepto, sino en las de un pueblo consciente.

Lord Jojo: Si el Diablo existe!!! Dios también existe... No perderemos la esperanza de que Maduro vaya al infierno.

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